- Por Juan Carlos Zárate Lázaro.
- Consultor financiero
Lo que eres como persona y la calidad de vida que llevas, tanto en el trabajo como fuera de él, dependen en gran medida de tu actitud.
El ambiente en el que vivimos está más determinado por nuestra actitud que por cualquier otro factor. Hay personas que se quedan ancladas en el pasado, ignorando el presente y sin pensar en el futuro. Otras, en cambio, se enfocan únicamente en el presente y el futuro, sin aprender del pasado.
Existen dos tipos de personas en el mundo, quienes con condiciones similares de salud, riqueza y comodidades pueden ser felices o miserables, según su actitud.
En cualquier circunstancia, siempre habrá aspectos agradables y otros menos favorables, personas y conversaciones más o menos amenas, comidas mejor o peor servidas, climas más o menos agradables. Lo que marca la diferencia es cómo se enfrenta cada situación.
Hay personas que, sin ser especialmente brillantes, destacan por su actitud justa y positiva hacia los demás. Esa actitud puede ser un trampolín hacia posiciones de mayor responsabilidad dentro de una organización.
Los gerentes también reflejan su actitud en su trabajo diario. Si es negativa o poco auténtica, no solo afecta su desempeño, sino que también impacta negativamente en el equipo.
La actitud de los colaboradores es tan importante como la de los líderes. Influye directamente en la calidad del trabajo. Por eso, el respeto mutuo y el trabajo en equipo deberían ser pilares constantes en cualquier organización que aspire a funcionar con excelencia.
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