• Por Jorge Figueredo Coronel.
  • Presidente de la ADEC
Ser un empresario cristiano en el mundo actual implica mirar no solo la rentabilidad económica. Significa considerar el impacto que generamos en la vida de las personas, en las familias y en la sociedad de la que formamos parte. Además, conlleva asumir un compromiso con el cuidado del medio ambiente, procurando que nuestras actividades no compro­metan los recursos naturales que pertenecen a las futuras genera­ciones, además por la sostenibili­dad del mismo negocio.
Es por eso que el legado que nos deja el papa Francisco hoy es invaluable, tanto para la ADEC, y en lo particular, como líder de empresa. Nos enseñó a mirar a la empresa como un medio transfor­mador del entorno, teniendo como pilar a la dignidad humana, esen­cial para un enfoque responsable de negocios.
Hoy más que nunca, sus en­señanzas nos animan a construir un modelo empresarial más justo, más equitativo con una mirada integradora, teniendo en cuenta el medio ambiente, según la encícli­ca “Laudato Si”.
A través de nuestras inicia­tivas empresariales, tenemos la oportunidad de impactar positi­vamente en la vida de todos los grupos de interés con los cuales nos relacionamos.
El empresario debe buscar momentos de reflexión y espiri­tualidad para proteger los pilares de sus valores, y espacios como la ADEC, para construir esos valores y compartir con otras personas que coinciden en este propósito.
A quienes desean emprender desde valores cristianos, les invito a no temer ser diferentes y vivir su fe en el ámbito empresarial. El mundo necesita empresas que construyan esperanza, valoren a las personas y entiendan que el verdadero éxito se compone de un equilibrio entre lo económico, lo social y lo ambiental.