Marcelo Codas
Socio de Estudio Codas
A menudo surge una duda entre los propietarios de empresas familiares con referencia al hecho de si es correcto motivar a los hijos para que trabajen en la empresa familiar o, por el contrario, gestionen por su cuenta emprendimientos personales o presten servicios en otras empresas.
Así, las raíces están fundadas en la transmisión de los valores y en proveer a los descendientes directos, en la medida de lo posible, una sólida formación académica. Por su parte, el incentivo a volar está fundado en la libertad que deseamos dar a nuestros hijos para que elijan cuanto estimen de su gusto y que ello, les permita realizarse en plenitud, tanto en lo personal como en lo profesional.
“Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ningún día de tu vida”, afirma un antiguo y certero aforismo. Y ello es así porque pocas cosas son tan poco estimulantes cuando no francamente malas, como el dedicarse a algo que no despierta interés alguno y condena, irremediablemente, a tener un pacto con la infelicidad. Por el contrario, ese “trabajo que te guste…” solo puede proveer herramientas para el crecimiento espiritual, esa otra cara de la felicidad personal.
En el caso de las empresas familiares es perfectamente aplicable aquel otro dicho, también muy real y positivo: “raíces para crecer y alas para volar”. De esta suerte, los padres deben transmitir a sus hijos tanto valores familiares como aquellos que son propios de la empresa familiar. Para ello, es fundamental que los hijos conozcan la historia del emprendimiento familiar, como nació, como creció y, sobre todo, donde está hoy. Este proceso es vital pues no se puede amar aquello que no se conoce.
Asimismo, es muy importante que los padres transmitan a sus hijos una visión positiva de la empresa, de forma tal que ella pueda resultar atractiva. Hay que buscar, pues, transmitir, para hablar en paraguayo, el “hallarse en la empresa familiar”.
En cuanto a las alas, es fundamental que los hijos se eduquen en un ambiente de libertad, en el amplio sentido de la palabra. En cuanto refiere a la empresa familiar, deviene en absolutamente perjudicial obligar a los hijos a que trabajen en ella, coartando su inalienable derecho a elegir por ellos mismos.
Los padres jamás deben influir en la vocación de sus hijos considerando que una decisión personal intransferible que marca a fuego la vida futura –la suya, no la de sus padres- es, justamente, escoger un camino propio, y seguirlo.
Concluyendo, deseo realizar una casi poética precisión: son necesarias raíces familiares con sólidos valores, y alas extendidas para volar dentro o fuera de la empresa familiar.

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