Elisa Ferreira Da Costa Perán
Lic. Administración-UNA
Trust Family Office
El valor de bienes y activos en la economía está influenciado por varios factores, siendo la Ley de la Oferta y la Demanda uno de los más importantes. Cuando algo es necesario o útil, se demanda. Por ejemplo, si hay escasez, los precios suben; si hay exceso, tienden a caer. El dinero, en sí mismo, no tiene valor intrínseco, sino que representa un medio para poder adquirir bienes y servicios. Por lo tanto, nos surge la siguiente pregunta: ¿dónde se puede atesorar de forma segura para que su valor se mantenga o aumente?
Es crucial recordar que cualquier cosa que se pueda imprimir o producir en exceso corre el riesgo de perder valor debido a la sobreoferta. Un ejemplo de esto es la moneda de un país vecino que ha sido impresa en exceso, lo que ha llevado a una disminución de su valor en la última década. El dinero fiduciario, como el dólar o cualquier otra moneda, puede ser emitido en cantidades superiores a las necesarias, lo que genera inflación y, por ende, una disminución del poder adquisitivo.
Los activos que pueden producirse continuamente, independientemente de su necesidad, tienden a perder valor. Esto también se aplica a los edificios, que son, en cierto sentido, “ladrillos que se imprimen”. Su valor como activos de inversión depende de la existencia de compradores dispuestos a adquirirlos. La validez de estos activos dependerá de la capacidad financiera de las personas en el futuro para alquilarlos a precios que compensen la inversión inicial.
La tierra es uno de los pocos bienes que no se pueden “imprimir”. A diferencia del dinero y otros activos, la tierra es finita y no puede ser creada artificialmente, salvo en raras ocasiones donde se invierte en ganar terreno al agua. Aunque su liquidez no es inmediata, su valor intrínseco tiende a ser una cobertura válida contra la inflación a largo plazo. Algo similar ocurre con los metales preciosos, cuya extracción es limitada y costosa, lo que también les confiere un valor como protección contra la inflación.
Los activos financieros, como billetes, depósitos bancarios, bonos y acciones, representan promesas de valor. Su valor depende de la fortaleza de la institución que promete su devolución. Las calificadoras de riesgo asignan notas que reflejan la credibilidad de estas instituciones. Por lo tanto, el valor futuro de estos activos está ligado a la capacidad de pago del emisor y a las expectativas del mercado.
Es fundamental estar bien informado y asesorado sobre las tendencias locales y globales que pueden afectar el valor de los activos. Una gestión activa y la diversificación de inversiones son claves para proteger y hacer crecer el patrimonio a largo plazo. Los principales enemigos del valor futuro del dinero son la inflación y el riesgo de crédito, es decir, la posibilidad de no recuperar el capital invertido. En resumen, el valor de los activos está en constante evolución, y predecirlo requiere tanto ciencia como arte. Para más información o una asesoría personalizada visita www.trustfamilyoffice.com