Gabriela Teasdale
Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay
En nuestro país, cada vez más empresarios estamos tomando conciencia de la importancia de formar a nuestros colaboradores y generar experiencias únicas en el entorno de trabajo. Hoy en día, está claro que no considerar ni destinar un presupuesto adecuado para la capacitación y el fortalecimiento de las habilidades de las personas, así como para el bienestar y la seguridad laboral, puede afectar directamente el crecimiento de nuestras empresas.
Como líderes visionarios, es clave considerar la transformación cultural como un aspecto crítico del éxito empresarial. Los líderes que se comprometen a crear una cultura positiva y productiva invierten en el desarrollo de sus colaboradores con el objetivo de fomentar un ambiente de crecimiento e innovación, donde el avance se dé en conjunto.
La cultura es cómo una organización piensa y actúa. Es la forma en que tomamos decisiones todos los días, cómo se tratan entre sí los miembros del equipo y cómo tratan a los clientes y proveedores.
Fortalecer la identidad empresarial es un proceso continuo que requiere dedicación, comunicación efectiva y el compromiso de todos los niveles de la organización. En este contexto es fundamental abordar desafíos como la resistencia al cambio, la falta de comunicación, la diversidad e inclusión, la carencia de valores, la brecha generacional y la ausencia de un sistema de desempeño y reconocimiento. Superar estos retos puede ayudar a las empresas a construir una cultura más fuerte y alineada, que impulse resultados favorables a largo plazo.
Recientemente, leí una publicación de la Universidad de Harvard que afirma que las empresas con una cultura fuerte y positiva experimentan un mejor desempeño financiero y una mayor retención de empleados. Este estudio sugiere que fijar la mirada en la cultura organizacional puede ser tan crucial como las estrategias financieras y operativas. “Son los colaboradores los que determinarán el resultado. No subestimemos lo más importante que tienen nuestras empresas: las personas.”
No está de más mencionar que aquellos que no prestan suficiente atención al desarrollo de la identidad organizacional pueden enfrentar, a la larga, una serie de “dolores” o desafíos significativos. Algunos de estos desafíos son:
1. Conflictos internos: Afectan la colaboración y dañan las relaciones interpersonales y la comunicación dentro de la organización.
2. Alta rotación de personal: Genera costos significativos en reclutamiento, capacitación y pérdida de conocimiento crítico.
3. Impacto negativo en las finanzas: Disminución en la productividad y el rendimiento general de la empresa.
4. Problemas de salud mental y bienestar: Un ambiente de trabajo estresante y tóxico puede aumentar el agotamiento y el ausentismo.
Construir un espíritu empresarial sano requiere un involucramiento genuino por parte de los líderes. Es nuestra responsabilidad modelar el comportamiento deseado, fomentar la comunicación abierta y facilitar la toma de decisiones, creando así un entorno en el que los empleados se sientan valorados, motivados y comprometidos.