Rocío Pont
Directora Operativa de ROW Comms
2021: General Motors, una empresa que mantuvo históricamente una posición de liderazgo en ventas, fue superada por Toyota en Estados Unidos. ¿El motivo? Una filosofía que tiene el poder de redefinir la competitividad en un mercado y, por qué no, cambiar nuestras vidas.
Una forma “pequeña” de pensar y actuar
Kaizen, que en japonés significa “mejora continua”, es una filosofía que busca optimizar procesos de manera incremental. Se basa en pequeñas mejoras diarias y constantes, un enfoque que puede parecer modesto, pero cuyo impacto acumulativo es notable. Más allá de aplicarse como estrategia empresarial, es realmente una forma de pensar y actuar.
Toyota se comprometió con esa mejora continua: se enfocó en optimizar procesos existentes y en capacitar a sus colaboradores para que fueran ellos quienes identificaran oportunidades de mejora día a día. Cada detalle sumó: desde reducir segundos en una cadena de montaje hasta ajustar el diseño de herramientas para mejorar la ergonomía. Estos pequeños ajustes, con el tiempo, mejoraron la eficiencia y la cultura organizacional de la empresa, llevándola a liderar en su industria.
A menudo asociamos la palabra “innovación” con un cambio radical, casi una invención. La narrativa tradicional nos lleva a creer que, para alcanzar metas, necesitamos un giro de 180 grados, desechar lo que ya existe y reemplazarlo por algo nuevo. Muy de la mano, subestimamos los detalles; pensamos que, por ser solo una fracción del todo, no causan un impacto real en el resultado final. Pero, para lograr avances, ¿no es acaso más fácil y alcanzable buscar mejorar una gran cantidad de detalles? Al final, la acumulación de pequeños cambios resulta en algo grande. Toyota es la prueba.
Pero ¿cuánto es “pequeño” y cuál es su impacto?
James Clear, en su bestseller Hábitos atómicos, explica la matemática detrás de las mejoras continuas. Según él, mejorar apenas un 1 % cada día durante un año tiene un efecto acumulativo que te hará 37 veces mejor al final del período. No se trata de cambios drásticos, sino de consistencia.
Ese pequeño 1 % puede parecer insignificante, pero tiene el poder de incidir enormemente en los resultados. En deportes, por ejemplo, un segundo de ventaja puede ser la diferencia entre un campeón olímpico y el resto de los atletas. Aunque ese segundo parezca ínfimo, quien se lleva el oro se lleva el 100 % de la victoria y no el 1 %.
Así, esta idea, junto con la filosofía kaizen, hace referencia al hecho de que pequeñas diferencias se acumulan en ventajas significativas y nos ilustra que aquellos que son “solo” un 1 % mejores podrían dominar sus respectivos campos.
El cambio no siempre necesita ser disruptivo para ser significativo. La clave está en confiar en el poder de lo incremental, en comprometerse con pequeñas acciones diarias que, a lo largo del tiempo, marcan la diferencia. En un mundo que a menudo glorifica los grandes saltos, estas ideas nos recuerdan que los pequeños pasos también pueden llevarnos a destinos extraordinarios.
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