Foto: Gentileza
13/12/2024 10:12
Valores, o ese intangible sustento de la empresa familiar
Marcelo Codas
Socio del Estudio Codas
Un comprometido y exitoso empresario familiar de segunda generación me decía, palabras más, palabras menos lo siguiente: “Lo más importante que nos dejaron nuestros padres, mucho más que la propia empresa, son los valores que nos ayudaron a crecer en todo este tiempo”. En efecto, esos valores articularon nuevos emprendimientos entre los hermanos una vez que los progenitores ya no estaban. Dicho de otra manera: la columna vertebral de la empresa son los valores.
Cuando se asume esta comprobación es que cobra inusitada fuerza aquel recado maravilloso de Saint Exupery en su inmortal “El Principito”: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Y ello es así, sencillamente porque, a los valores no los podemos tocar, son intangibles y, sin embargo, cuan esenciales resultan a la hora de construir el futuro, tanto en la empresa como en la familia, y en su, muchas veces, consecuente resultado: la empresa familiar.
Los valores empresariales, entendidos como principios y creencias fundamentales que guían el comportamiento de todas y todos quienes componen la organización, hacen posible la construcción de una sólida reputación y ayudan decididamente a que el ambiente de trabajo resulte óptimo, por aquello de que nadie puede rendir donde no se encuentre a gusto.
Ese buen ambiente lo propician, definitivamente valores tales como la honestidad, entendida como el simple hecho de actuar correctamente ante los estímulos de la vida empresarial; la ética o capacidad de distinguir lo bueno de lo que no lo es y optar siempre por lo que está bien; la austeridad, que no es más que el evitar dispendios innecesarios; la generosidad, entendida como el propiciar espacios que permitan a todas y todos dentro de la empresa establecer vínculos de mutua colaboración para hacer posible el crecimiento de cada quien; y la laboriosidad, base y sustento del éxito empresarial.
Pocas veces, como en materia de valores, es dable advertir la simbiosis entre familia y empresa, en el sentido de que aquella es la que nutre a esta y le da carné de identidad propio. Y ello se advierte principalmente a la hora de la transición generacional, porque cobra inusitado sentido aquel viejo aserto que señala: “Los hombres pasan, pero las instituciones quedan”. Ese permanecer en el tiempo solo valdrá y perdurará si se sustenta en valores.
En este último artículo del año deseo dejar constancia de la reiterada alegría y el enorme privilegio que significa para mí haber sido honrado con su compañía, mes a mes. Aprovecho, pues, la ocasión para desearles que la Navidad aporte su brillo para alumbrar el 2025 hacia realizaciones familiares cada vez más plenas y con mayores logros empresariales.
¡Felices Fiestas!
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