Christian Kennedy
Director de London Import
Si bien es cierto que distintas personas podrían tender a ser más impulsivas o más analíticas que otras, la realidad es que para una gran mayoría, la toma de decisiones genera un estrés. Más si tienen algo que consideran importante en juego: pérdida de estatus o de credibilidad, de dinero, seguridad o control; el ser rechazados o “vivir con el fracaso”.
¿Te suena? ¿Sos vos o alguien con quien convivís? No están solos.
Imagínense la reciente decisión de OpenAI de ir evolucionando, de ser una empresa sin fines de lucro (2015 cuando se fundó) a una con “beneficios limitados” (2019) y ahora a una tradicional con fines de lucro (2024). Cada paso debió tener un análisis de riesgo vs. potencial beneficio, para con el propósito de la empresa y el efecto en la comunidad. Ahora, en una decisión controversial y de alto impacto en el mundo, ChatGPT principalmente estará basando sus decisiones en base a lo que el mercado y sus accionistas le digan, no la comunidad.
El riesgo al que se expuso incluía varios de estos factores en distintos niveles, más allá de su dominancia actual en el mercado. ¿Perderían estatus? ¿Dudaremos de sus datos “inteligentes”? ¿Perderían dinero si no tomaban la decisión, o si la tomaban? ¿Es un riesgo a la seguridad de la gente? ¿Serían rechazados? Todas estas abrumadoras preguntas y más, de seguro, fueron parte de la toma de decisiones.
Aterricemos acá de nuevo. Hoy para hoy o mañana pensando en la planificación para el siguiente año, cuando vamos a tomar una decisión, en equipo o solos, tenemos que tener ciertos puntos en cuenta.
1. Valores. Definir si va con nuestros valores la decisión a tomar. Este es el blanco y negro de la toma de acción. Más allá de unos grises de distintas perspectivas, hay valores innegociables que cada uno decide.
2. Personas correctas. Involucrar a las personas correctas en la toma de decisión. ¿Quiénes son los que más podrían saber y quiénes serían los más afectados? Determinar responsables que deben estar al comienzo y no involucrarlos recién al final.
3. Tiempo. Tomarse el tiempo necesario para recabar la data, para definir la decisión y decidir el tiempo que se le va a dar a la toma de decisión. La Ley de Parkinson nos dice que la tarea se expande al tiempo que le demos.
4. Canales de comunicación y transparencia. Todas las partes deben saber cómo se comunicará y que sea transparente, para que pueda mantenerse la confianza.
5. Metas. Determinarlas claramente, además de limitar las opciones de decisiones.
6. Diferencias. Ante discrepancias, la votación y el apoyo a lo decidido es importante.
7. Evaluación. Establecer en conjunto hitos e indicadores para revisión de la decisión es importante. De esa manera, todos saben claramente el camino y métricas para navegar tranquilos, atendiendo a necesidades del grupo e individuales.
8. Flexibilidad. En decisiones y acuerdos, ser flexibles demostrando entendimiento de los puntos traídos por los demás y cooperación para el bien futuro, entender que podríamos necesitar corregir.
Es incómodo y quizás incierto tomar decisiones determinantes. ¿Qué sería peor? El no decidir. No sólo estanca el progreso y foco, sino que genera una incómoda y mayor incertidumbre limitante. Quizás nunca tendremos toda la información o el consenso necesario para tomar una decisión, pero no tomarlas o tomar decisiones sin tener en consideración los puntos anteriores, es un error más grande aún.
“Decisiones, no condiciones, determinan quienes somos.” – Viktor Frankl