Rocío Pont
Directora Operativa de ROW Comms
A primera vista, nada. El primero es considerado el mejor tenista de todos los tiempos; el segundo cambió para siempre el mundo de la tecnología. Sin embargo, hay un aspecto que los une: ambos se beneficiaron de explorar múltiples disciplinas antes de consolidarse en su campo. ¿Acaso la especialización temprana no es el único camino al éxito?
“Te recomiendo este libro, te parece”, fueron las palabras de un amigo hace unos años, cuando mi propio camino empezaba a verse más como un zigzag que como una línea recta. En Range, David Epstein demuestra que la noción tradicional de la especialización temprana nunca fue la única y sugiere que quienes mantienen una mentalidad abierta y diversa a lo largo de su vida profesional tienen una ventaja significativa para innovar ante los desafíos del mundo moderno.
La diversidad cambia el juego
Durante su infancia y adolescencia, Roger Federer practicó varios deportes además del tenis, y fue justamente esta exposición a diferentes actividades físicas lo que le dio habilidades superiores para anticiparse mejor a los movimientos de sus oponentes, reaccionar con mayor rapidez y pensar de forma más creativa en los momentos clave. Al final, no fue solo su talento en el tenis lo que lo llevó a la cima, sino su capacidad para integrar las lecciones de múltiples disciplinas en su juego.
Steve Jobs, por su parte, encontró inspiración en lugares inesperados y en disciplinas que, al principio, parecían no tener relación con la tecnología. Aunque fue el pionero de la revolución digital, su amor por la tipografía y el diseño —dos áreas aparentemente ajenas a la tecnología— fue lo que lo ayudó a crear productos funcionales, fáciles de usar y que, además, revolucionaron la estética que el mundo conocía. Jobs, en lugar de limitarse a aprender sobre computación, permitió que sus diversos intereses moldearan su visión, dándole a Apple la ventaja competitiva que marcó un antes y un después en la industria.
Generalistas, hay más de los que creemos. Acostumbrados a ver conexiones entre campos diferentes y a transferir conocimientos de un área para aplicarlos en otra, aportan una visión más holística, son amigos del cambio y abren puertas a la innovación.
El mundo es más grande que una cancha de tenis
Federer, en un discurso reciente, dijo: “Una cancha de tenis es un espacio pequeño y el mundo es mucho más grande que eso. Incluso cuando estaba empezando, sabía que el tenis podía hacerme descubrir el mundo, pero que el tenis nunca podría ser el mundo”.
Si Federer, un deportista de élite que dedicó miles de horas en la cancha y alcanzó un nivel que solo una mínima fracción de jugadores logra, afirma que hay mucho más fuera del cuadrante blanco, ¿por qué deberíamos pensar que nuestra única opción es convertir la cancha en el mundo?
Más allá de lo personal, el mundo es mucho más que una sola disciplina. Por eso, en lugar de fomentar la especialización temprana como la única vía hacia el éxito, deberíamos abrazar tempranamente la idea de exponernos a nuevas experiencias, de explorar alternativas e incluso cambiar de rumbo más de una vez si fuese necesario, porque, al final, todo es parte de un proceso de evolución natural.