08/06/2024 11:01
Divergencias y riesgos
Carlos A. Primo Braga
Profesor Asociado de la Fundación Don Cabral
El futuro del Mercosur será influenciado por las relaciones entre sus dos mayores economías. El contraste entre el enfoque “anarcocapitalista” del gobierno de Milei y el intervencionismo del gobierno de Lula dificulta el diálogo y la cooperación entre Brasil y Argentina.
El crecimiento económico de ambas economías seguirá decepcionando en 2024. En el caso de Argentina, el nuevo gobierno heredó un gobierno en quiebra, una moneda sobrevaluada, alta inflación y reservas internacionales negativas. La adopción de una política fiscal restrictiva y medidas de desregulación económica están generando efectos recesivos y ajustes significativos en los niveles de empleo y pobreza en Argentina. La inflación ha comenzado a desacelerar desde un nivel mensual del 25,5% en enero hasta el 11,0% en marzo, y el déficit fiscal debería evolucionar del 4,2% del PIB en 2023 a una situación de equilibrio para finales de año. Sin embargo, el PIB argentino podría contraerse un 2,8% en 2024 (después de un -1,6% en 2023).
En el caso de Brasil, el gobierno de Lula encontró la economía en una situación mejor en 2023. La cuestión fiscal (un déficit nominal del orden del 7,9% del PIB en 2023) y la deuda pública (84,7% del PIB) siguen siendo temas de preocupación. La reciente decisión de flexibilizar la meta de resultado fiscal primario para 2025 no ayuda. Sin embargo, la economía debería crecer alrededor del 1,7% en 2024 (después del 2,9% en 2023) y la inflación sigue bajo control (alrededor del 3,7% en términos anuales).
Estos datos macroeconómicos ilustran la divergencia en términos del desempeño económico esperado en 2024. Pero las estrategias de desarrollo que están siendo adoptadas por Brasil y Argentina enfatizan otras diferencias que deberán guiar las trayectorias de estas economías en los próximos años.
En Buenos Aires, la agenda “anarcocapitalista” puede ser interpretada como un retorno a los cánones del Consenso de Washington (liberalización, desregulación, privatización...). En el caso del gobierno de Lula, la narrativa oficial sugiere un retorno a un estado más intervencionista con énfasis en los beneficios de la industrialización por sustitución de importaciones. En resumen, el gobierno de Milei aboga por un Estado mínimo con énfasis en la libertad individual y el protagonismo del sector privado, mientras que el gobierno de Lula señala un papel central para el Estado como inductor del crecimiento económico.
Sin embargo, la realidad política genera restricciones a la capacidad de implementación de estas estrategias. Tanto en Argentina como en Brasil, los partidos de los presidentes (La Libertad Avanza y el Partido de los Trabajadores, respectivamente) tienen participaciones minoritarias en los parlamentos. El público argentino y el mercado financiero aún reaccionan positivamente a la agenda libertaria, reconociendo la herencia trágica del período peronista y los esfuerzos del gobierno para evitar una hiperinflación. Pero si la recuperación económica no ocurre antes de fin de año, el respaldo político al gobierno de Milei se volverá aún más frágil.
En el caso brasileño, la deterioración de la popularidad y el respaldo político del gobierno ha estado ocurriendo gradualmente. Encuestas de opinión recientes confirman una disminución en los niveles de aprobación del presidente y su administración. El gobierno podría enfrentar una resistencia creciente a medio plazo si su sesgo estatista y su política fiscal expansiva socavan el equilibrio macroeconómico.
Argentina continuará enfrentando un alto riesgo en cuanto a su deuda externa. A finales de 2023, la deuda pública bruta alcanzó aproximadamente el 154% del PIB, impulsada por la devaluación nominal del peso. El esfuerzo fiscal ayuda, pero a medio plazo el país deberá refinanciar su deuda externa en un escenario internacional caracterizado por tasas de interés más altas. Y una crisis social podría hacer inviable la sostenibilidad política del experimento del gobierno de Milei.
En el caso de Brasil, los grados de libertad del gobierno en la ejecución de su política económica son mayores. La restricción externa no es un problema, aunque los choques externos (por ejemplo, la desaceleración de la economía china) podrían impactar esta evaluación. Sin embargo, el desequilibrio fiscal seguirá erosionando la credibilidad del gobierno de Lula.
En resumen, las trayectorias de ambas economías seguirán caracterizadas por riesgos elevados. El Programa PAEX de la FDC puede ayudar a las empresas en el Mercosur a enfrentar estos desafíos.
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