Víctor Pavón
* Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES).
¿Es posible la competencia en el transporte de pasajeros? Desde luego que sí. Pero no nos equivoquemos, hoy no se tiene libre competencia en este sector. En un libre mercado, el consumidor es el que decide quiénes permanecerán en el mercado y los que deberán hacer sus respectivos ajustes para así volver a atraer el interés de la gente. Si no se da esto, pues entonces tendrán inconvenientes como una merma en sus ingresos y luego deberán cerrar el negocio o quebrar.
Tal como advertía Adam Smith, padre de la economía moderna, en su señera obra “La Riqueza de las Naciones”, siempre existirán sectores que en lugar de atenerse a las reglas de la libre competencia entran en connivencia con el Estado o mejor dicho la influencia del Estado los lleva a constituirse en oligopolios, alejados finalmente de los gustos y reclamos de los usuarios.
Y habiéndose conformado en poderosos grupos, pues lo que buscan es contar con una “ayuda” del Estado. Por si alguien se atreva a ser competitivo (mejor precio y calidad) el cártel administrado por los ahora dueños de ese mercado le hará saber que no es el consumidor el que decide, sino que son ellos, los verdaderos mandamases del mercado del transporte de pasajeros.
El subsidio ciertamente empuja el precio del pasaje hacia abajo, pero lo hace de modo artificial. El precio del pasaje, la calidad del servicio y el plazo de duración de las licencias se encuentran en estrecha relación. El subsidio es una perversión económica. ¿Por qué sacarle a la gente parte de su dinero para darle a otros? ¿Por qué sacarle a una persona su dinero por medio del subsidio correspondiente si no usa el transporte de pasajeros?
El servicio del transporte de pasajeros no es diferente a otros como se ha intentado hacerle creer a la gente. Es un servicio y como tal compatible con el que realiza un zapatero, un enfermero, el albañil o el que hace delivery de pizzas o hamburguesas. Todos estos servicios tienen como propósito obtener un beneficio en dinero. Capitalizar la actividad forma parte de lo que se llama un negocio y el transporte de pasajeros es precisamente eso, un negocio.
En efecto, el transporte de pasajeros es un buen negocio. Se gana buen dinero, pero se tiene que dar un servicio de calidad, como en efecto y todos los días lo hace el albañil, el pizzero, el sastre y toda actividad humana donde la gente compite por contar y seguir teniendo clientes.
En cuanto al precio se refiere. Se dice que sin la intervención estatal los precios serían muy altos. Que resulta inadmisible que el pasajero tenga que pagar tan caro.
La realidad es que la cantidad de pasajeros significa una señal al mercado para que nuevos oferentes en cuestión de nuevas líneas de transporte intenten ingresar para prestar este servicio. Específicamente en el área metropolitana, tenemos una demanda insatisfecha que repercute en los precios y también en la calidad del servicio; cuestión ésta última a no desconsiderar porque es lo que continuamente se ha venido haciendo.
La demanda está y crece. Pero para que la demanda dada por los pasajeros quede satisfecha por el servicio entonces la mejor forma es el libre mercado. Esto significa que las ganancias de los empresarios no deben quedar sujetas a las decisiones de ellos ni del gobierno de turno. Las ganancias deben depender de la decisión diaria de cada usuario, de la calidad del servicio por tramo y distancia correspondientes en precios diferenciados.
*Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.