Marcelo Codas
Socio del Estudio Codas
En las sociedades no familiares los socios tienen como objetivo principal el cobro de los dividendos. En las empresas familiares, casi nunca se da esta misma situación.
Habitualmente, la empresa familiar nace a partir de un fundador que, al principio hace que su emprendimiento opere como unipersonal para, posteriormente, constituir una sociedad conforme a los tipos societarios existentes. Generalmente, su socio es su cónyuge o un hijo, persona que se integra al solo efecto de que existan dos socios, pero, más allá de aspectos jurídicos, el único dueño es el fundador.
Este fundador desempeña, a un mismo tiempo, los roles de dueño, director y gerente y percibe de la empresa una remuneración que satisface sus necesidades y las de su familia. Esa remuneración, generalmente, se otorga por el rol de director y/o de gerente, pero no por su condición de dueño. Es decir, no percibe dividendos.
Esa inexistencia de dividendos se da, fundamentalmente, porque las remuneraciones que percibe por los roles de director y/o gerente se estiman suficientes e, igualmente, como la empresa se encuentra en su primera etapa, las utilidades se reinvierten a efectos de que ella vaya creciendo y se consolide.
Asimismo, podría decirse que, en estos primeros años, habitualmente, no existen utilidades que puedan distribuirse. Pero es entonces cuando el fundador debe poner atención para que, en la medida en que las utilidades empiecen a darse, las mismas puedan ser distribuidas, conforme lo permitan la prudencia y los proyectos, aunque por entonces él sea el único dueño. Será ésta una práctica de suma utilidad cuando los hijos se incorporen a la propiedad de la empresa.
En la medida en que los hijos se convierten en socios, en vida o no del fundador, la empresa pasa de tener un solo dueño a tener varios, y es allí donde cobra mucha importancia una política clara de distribución de dividendos.
Si la empresa no distribuye dividendos podrían surgir molestias, especialmente de parte de quienes son dueños, pero no se desempeñan en los roles de dirección ni de gestión. Ello será así, pues la única vía que tendrían para percibir beneficios de la empresa sería el cobro de dividendos que, al no existir, llevarían a un evitable conflicto.
A partir de la segunda generación, y con mayor énfasis en la tercera, es muy difícil que la empresa dé ocupación a todos los familiares en la dirección y/o en la gestión. Es fundamental, por tanto, establecer una distribución de dividendos que permita que los propietarios accedan a una remuneración. En caso contrario se generarán dificultades en el relacionamiento tanto en la empresa como en la familia, con los consecuentes perjuicios para ambas.
Deviene pues en una sana gimnasia que el fundador implemente las acciones necesarias para la distribución de dividendos, aun cuando, en la primera época, él sea el único dueño.