Carlos A. Primo Braga
Profesor Asociado, Fundação Dom Cabral, y ex-Director de Política Económica y Deuda, Banco Mundial.
Los últimos meses se han caracterizado por eventos geopolíticos y resultados electorales que impactarán el futuro del Mercosur. Las elecciones presidenciales en Argentina, por ejemplo, generan incertidumbres ya que el candidato Javier Milei, quien lidera las encuestas, tiene una agenda libertaria que, entre otras propuestas, sugiere que Argentina abandonaría el Mercosur si él es elegido.
El interés de Uruguay en flexibilizar las reglas del Protocolo de Ouro Preto (1994), que formalizó el estatus del Mercosur como una unión aduanera con un arancel externo común, también genera dudas. Las iniciativas unilaterales del gobierno de Lacalle Pou en busca de acuerdos comerciales con China y los países de la Asociación Transpacífico están causando tensiones adicionales entre los miembros del Mercosur.
Para Paraguay, estas tensiones son especialmente significativas. Los países del Mercosur son mercados importantes para las exportaciones paraguayas de productos manufacturados (con Brasil absorbiendo alrededor del 60% de estas y Argentina cerca del 14% en 2022). Incluso en cuanto a las exportaciones agroindustriales, los países del Mercosur representan aproximadamente el 29% de las exportaciones paraguayas. Cambios en las reglas del mercado común pueden impactar significativamente el sector exportador paraguayo.
En el caso de Brasil, el gobierno de Lula ha basado sus decisiones de política exterior en consideraciones geopolíticas en lugar de sus implicaciones económicas o en principios como el compromiso con prácticas democráticas, un principio adoptado por los países del Mercosur en el Protocolo de Ushuaia (1998). La posición brasileña a favor de la readmisión de Venezuela en el Mercosur ilustra esta estrategia, a pesar de la falta de consenso en el grupo debido a las políticas del gobierno de Maduro.
Otro factor geopolítico que influirá en el futuro del Mercosur es la expansión de la coalición de los BRICS. Esta agenda fue liderada por China y, aunque encontró resistencia inicial de India y Brasil, fue adoptada en la reunión de los BRICS en Sudáfrica en agosto. Arabia Saudita, Argentina, Egipto, Etiopía, Irán y la Unión de Emiratos Árabes fueron invitados a unirse a la coalición de países emergentes.
La inclusión de Argentina fue apoyada por Brasil, que respondió positivamente al interés platino en unirse a BRICS+. Sin embargo, la cuestión relevante es, ¿cuál es el interés de una eventual administración Milei en participar en este club? Hasta el momento, declaraciones de Javier Milei (y de Patricia Bullrich, otra candidata presidencial) sugieren que el nuevo gobierno argentino podría rechazar la invitación.
El futuro del Acuerdo de Libre Comercio entre el Mercosur y la Unión Europea (UE) también está en el aire. Las negociaciones del acuerdo, iniciadas en 1999, concluyeron en 2019. Sin embargo, la ratificación del acuerdo por parte de los parlamentos europeos enfrenta fuerte oposición de los partidos verdes (los Greens). Esta oposición se ha intensificado debido a la negligencia de la administración Bolsonaro (2019-22) respecto a la agenda ambiental. El ascenso al poder de Lula generó cierto optimismo sobre el futuro del acuerdo. Sin embargo, la posición negociadora brasileña se ha basado en la propuesta de que los argumentos de los países de la UE son una excusa para nuevas medidas proteccionistas que afectan el equilibrio de los resultados alcanzados en 2019. Además, la inclusión de países en BRICS+ que tienen una tendencia a enfrentarse con países del G7 hará aún más difícil la validación política del acuerdo en Europa.
En resumen, por todas estas razones, el futuro del Mercosur no permite mucho optimismo. La Fundación Dom Cabral puede ayudar a las empresas a posicionarse frente a estas incertidumbres.