Gabriela Teasdale
Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay
Mi abuelo materno fue un ejemplo para todos sus nietos. Se recibió como médico en 1945 y fue el primer experto en malaria de Paraguay. Inició su carrera en la pequeña localidad de Eusebio Ayala y avanzó hasta dirigir el servicio de Malaria. Fue becado por la Organización Mundial de la Salud, se especializó en San Pablo y obtuvo un reconocimiento por haber erradicado la malaria en Paraguay. Escribió muchos trabajos, representó al país en conferencias y congresos científicos y se convirtió en catedrático de la facultad de Medicina por concurso de méritos.
Toda su carrera la construyó con trabajo y sacrificio, pero nunca olvidó sus orígenes. En uno de los últimos trabajos, recopiló cientos de términos en guaraní para confeccionar un vocabulario médico guaraní-castellano y castellano-guaraní, buscando cubrir esa brecha de comunicación que muchas veces existe entre la academia y la población rural que acude a los centros asistenciales. Este pequeño libro lo llenaba de orgullo, porque con él lograba fortalecer esa relación entre médico y paciente a través de un elemento que nos identifica a todos los paraguayos: nuestra valiosa lengua nativa.
Quisimos homenajearlo reeditando ese cuadernillo que elaboró con tanto ahínco, consciente de sus limitaciones (porque no era un experto, ni un estudioso de la lengua), pero con esa actitud de servicio, especialmente hacia las personas menos privilegiadas que han sufrido durante tanto tiempo las carencias de un Estado casi siempre carente de esa mirada. Quisimos que este fuera un recordatorio sobre lo importante de esa conexión entre los servidores públicos y sus beneficiarios en un tiempo donde abundan las denuncias de corrupción en las instituciones. Pero también evocar su figura como un modelo a seguir, como un conductor de los valores que nos guiaron a ser lo que somos.
Los seres humanos no tenemos raíces propiamente dichas, pero sí vínculos que nos mantienen unidos a la vida y a nuestros orígenes. La palabra raíz significa principio, fundamento, esencia, y en un tiempo en el que asistimos a una crisis de valores, es bueno volver a esa esencia. La familia nos une porque transmite valores que de otro modo se perderían. Tenemos una conexión con nuestros antepasados que nos hace fuertes porque nos da identidad, nos da esos valores que son tan fundamentales como las raíces son a los árboles. Sin raíces los árboles caerían, serían arrancados con facilidad, no tendrían de dónde alimentarse, serían débiles y dependerían mucho más de lo superficial y del entorno que de su arraigo y conexión con la tierra.
A las personas sin raíces es fácil cambiarlas, amoldarlas. Como carecen de identidad, la obtendrán de sus relaciones temporales y superficiales y no de su cultura y su familia. El culto a los mayores ha formado parte de muchas culturas y es importante también reeditar este concepto, para darles el respeto y agradecimiento que se merecen. En este contexto, te pregunto: ¿cómo es o fue tu relación con tus padres?, ¿y con tus abuelos si todavía están contigo?, ¿les has dedicado tiempo últimamente?, ¿sos capaz de identificar los buenos valores que te transmitieron?, ¿has hecho algo para transmitir esos valores a las nuevas generaciones de tu familia?
Debemos honrar a nuestros ancestros, porque de allí viene nuestro poder. Y recordar de dónde venimos para que no nos arranquen con facilidad. Porque nuestra fortaleza está en nuestras raíces.
*Un homenaje al Dr. Juan Javaloyes y González.