Pueden confundirse, ya que son conceptos con cierto parecido, pero conllevan distintas consecuencias para la salud financiera de una familia o de una empresa. Se trata de los gastos y las inversiones. En ambos casos suponen una salida de dinero, pero unos suelen mermar el patrimonio y las otras buscan aumentarlo.
1-El principal truco para saber si se trata de una inversión o simplemente un gasto es plantearse si va a reportar algún tipo de rendimiento añadido importante. En ese caso, se habla de una inversión. Si no hay beneficio o es solo momentáneo, será un simple gasto.
2- Otra recomendación para diferenciarlos tiene que ver con el riesgo que conlleva cada una de estas acciones. Si es un gasto, solo hay que esperar que tenga como contrapartida acceder a un determinado bien o servicio. Es decir, se hace un pago y se obtiene un producto concreto. Sin embargo, en una inversión, el objetivo es lograr un beneficio añadido y no se tiene la seguridad al 100% de lograrlo.
3- Otro ‘tip’ es fijarse en si ese desembolso disminuye directamente el capital, o incluso supone asumir deudas o compromisos futuros, sin esperar ningún rendimiento más o si, por el contrario, la perspectiva es que se aumente el patrimonio en algún momento. En el primer caso, es un gasto y en el segundo una inversión.
4-También puede ocurrir que una misma compra se pueda considerar de diferente manera. Comprar un ordenador para jugar o ver películas se considera un gasto. Pero, si ese mismo dispositivo se emplea principalmente para teletrabajar o atender asuntos laborales, es claramente una inversión.