Por un lado, el comprador puede ver la compra de un inmueble como un valor refugio que aporta una renta mensual fija y una rentabilidad superior a otras opciones que hay en el mercado. Por otro lado, el plazo para recuperar la inversión en una vivienda suele ser largo, son necesarias reinversiones periódicas para mantener su valor y, además, se trata de un activo no líquido: es posible que la casa adquirida tarde tiempo en venderse si se necesita recuperar el capital invertido o que una venta más rápida suponga asumir pérdidas.
Comprar una vivienda para alquilarla, a modo de inversión, es rentable siempre que tengas paciencia, le dediques tiempo y esfuerzo, y seas consciente de que incurrirás en una serie de gastos fijos.
Aunque es cierto que el futuro propietario tendrá ingresos mensuales regulares gracias al alquiler, también hay que tener en cuenta que tardará años en recuperar el capital invertido. Antes de lanzarse a comprar una casa como inversión, se recomienda calcular todos los gastos que supondrá: inversión inicial, que incluye precio de la vivienda, posibles reformas y gastos derivados de la compraventa (IVA, notaría, impuestos); mantenimiento (reparaciones, rotura de un electrodoméstico…) y gastos fijos.
La rentabilidad de la compra de una vivienda destinada a alquiler se calcula sumando la renta anual que obtendría el propietario y descontando los gastos fijos y de mantenimiento; el resultado se divide entre la inversión inicial y se multiplica por 100. A esta cifra hay que añadir la revalorización de la vivienda (o su pérdida de valor si baja el precio) como otro elemento destacado.
Rentabilidad = Ingresos netos del alquiler/precio de la vivienda x 100

Si las cuentas salen y se decide dar el paso, existen algunos consejos a tener en cuenta:

- Buscar una casa que requiera la mínima reforma. Dicha reforma, más una decoración acertada, ayudarán a revalorizarla.
Escoger una ubicación en auge, con servicios y ocio cerca; suscitará más interés si tiene buenas comunicaciones.
Barajar la opción de alquilarla por habitaciones. Una posibilidad que genera un coste mayor al arrendador, sobre todo de tiempo, pero que puede ser más rentable.
Las zonas comunes como jardines, gimnasios o piscinas suponen un plus tanto para alquilar como para venderla en un futuro. Las viviendas con terraza se han revalorizado desde el inicio de la pandemia, por ejemplo.