Marcelo Codas Frontanilla
Socio del Estudio Codas
Jordi Tarragona señala que, al preguntar a las familias empresarias sobre qué quieren para la siguiente generación, no puede dejar de recordar al neurólogo, psiquiatra y lósofo austriaco Viktor Frankl, cuando recibe por respuesta “que sean felices, que hagan lo que quieran”.
En la vida tenemos dos formas de ser felices, hacer lo que nos guste, o que nos guste lo que tenemos que hacer. Si nos toca picar piedra, podemos convertirnos en constructores de catedrales. Todo depende de si nuestra motivación es extrínseca (dependiente de los demás), intrínseca (interior nuestro) o trascendente (enfocada a otros o a una causa superior).
Una pregunta que es interesante que se hagan los padres cuando sus hijos están en edad de iniciar su actividad laboral es: ¿Quién quiere que mi hijo trabaje en la empresa familiar? ¿Mi hijo o yo?
Son muchos los casos en que el padre es quien quiere que el hijo trabaje en la empresa y no el hijo. Así se puede iniciar para este último una vida de frustración, en el caso que el mismo desee trabajar en otro lugar. Es fundamental que los hijos sean artífices de su propio destino y para ello es muy importante que los padres le den la libertad y la seguridad que pueda optar por lo que a él más le gusta, que no, necesariamente, debe ser trabajar en la empresa familiar.
En una ocasión pregunté a un padre cómo estaba su hijo trabajando en la empresa familiar y me contestó: Una maravilla, está feliz y realizado. Luego, le hice la misma pregunta al hijo y me dijo que se sentía frustrado y desorientado, sin saber qué decisión tomar, ya que, por un lado, si dejaba de trabajar en la empresa familiar ello sería una decepción para su padre y, por otro lado, tenía ya cierta edad que le dificultaba ingresar al mercado laboral con una remuneración similar a la que estaba percibiendo.
Fijémonos cómo los padres, queriendo hacer un bien a sus hijos, les pueden perjudicar y por no preguntarles qué es lo que realmente quieren hacer, deciden por ellos.
No es raro ver casos en que los padres desean realizar por medio de sus hijos cosas que ellos no hicieron o llegar a determinadas posiciones a las que ellos no pudieron acceder. Esto les genera un daño importante a los hijos, puesto que sus padres intervienen, sin permiso, en su personalidad y en su vida.
La empresa familiar es una oportunidad que tienen los hijos para elegir como el lugar para trabajar, pero no es la única. Entonces, los padres deben motivar a sus hijos a que la elección sea libre y voluntaria, de modo que los hijos puedan optar por lo que realmente quieren.
El hecho que lo hijos opten por no trabajar en la empresa familiar no significa que no le quieran a sus padres y a su familia, significa solamente que han tomado una decisión personal a la cual, obviamente, tienen derecho. Además, nada obsta a quienes inician su actividad en otro lugar que en algún momento puedan incorporarse a la empresa familiar, en la gestión, en la dirección o en la propiedad.
Los padres deben dejar a sus hijos que hagan lo que quieran porque su vida y su futuro es de ellos.