En toda organización, el estratega debe estar dotado de ciertas habilidades y valores que le permitan llegar a los objetivos trazados señalaron, Claudio Laterza, especialista en estrategia por la Universidad de Harvard y Alexandra Cortese, gerente general de la agencia ROW.
“¿Cuál es el camino correcto” preguntó Alicia
“¿A dónde quieres ir?” respondió el gato
“No lo sé” dijo Alicia
“Entonces, poco importa el camino que tomes” sentenció el gato.
Desde Sun Tzu hasta Michael Porter abarcando campos militares hasta comerciales, la implementación de estrategias se analiza hace ya siglos. Sin embargo, esta amplitud en tiempo, disciplinas y espacio fue lo que tal vez, hizo que éste sea un concepto tan difícil de entender y de explicar en lo concreto. En ese sentido, ¿qué implica una estrategia y qué conlleva ser un estratega?
En este breve diálogo de “Alicia en el país de las maravillas”, Lewis Carrol describe el inicio de un proceso estratégico: tener un destino claro. En ese sentido, se podría decir que la estrategia se basa principalmente en ello, identificar un objetivo y trazar el camino para lograrlo. Esto parece muy simple, hasta obvio y en cierta forma lo es, sin embargo, la complejidad se da al momento de ejecutar la hoja de ruta. Es por eso que, en toda organización, el estratega debe estar dotado de ciertas habilidades y valores que le permitan liderar este proceso.
Saber transmitir con claridad el destino:
En una organización, ninguna estrategia puede ser desarrollada ni ejecutada por una sola persona. La correcta implementación de ésta y el éxito de la misma depende de que cada miembro del equipo entienda su rol, lo que se espera de él y por qué.
Capacidad de cambiar y recomenzar:
No importa cuanto tiempo dediquemos a elaborar un plan estratégico, algo es seguro: las cosas NUNCA van a salir tal como las planificamos. Es ahí donde nuestra resiliencia y la capacidad de adaptarnos al cambio juegan un rol definitivo entre el éxito y el fracaso. Asimismo, es importante saber distinguir el momento de dejar nuestra estrategia de lado y recomenzar. Este punto no es menor ya que estamos sujetos a lo que los economistas llaman “el sesgo del coste hundido”. Esta es una especie de trampa emocional que nos hace tomar decisiones basándonos en cuanto ya hemos invertido en vez de en los resultados que estamos obteniendo.
Visión periférica:
Durante todo el proceso debemos tener en cuenta que no estamos solos y que nuestra estrategia es una suerte de juego donde encontramos a competidores, clientes, socios, y más. En ese sentido, una buena estrategia se asimila a un juego de ajedrez: cada pieza que movemos abre una posibilidad a nuestro oponente a mover otra que puede significar replantearnos futuras jugadas.
Conocer nuestras virtudes y debilidades:
Sin sobre o infraestimarnos, que un estratega se conozca a él mismo y a su equipo es un valor fundamental. Esta consciencia permite una planificación real y una optimización de los recursos disponibles.Como decía Sun Tzu “si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no debes temer el resultado de cien batallas”.
Capacidad de identificar y resolver problemas:
Sin duda alguna esta es el valor más deseable en un estratega: poder distinguir problemas de realidades. Un problema es una situación que, con la toma de ciertas acciones, puede ser revertido. Una realidad, sin embargo, por más que intervengamos, no podrá ser revertida. Es allí donde el ingenio de un estratega es necesario para poder gestionar ambas situaciones ya sea tomando medidas correctivas o aceptándolas y construyendo en base a lo que son.
La correcta planificación e implementación de estrategias hace que las organizaciones puedan crecer y diferenciarse y esto solo puede ser posible de mano de personas con los atributos mencionados. Lo bueno es que siendo conscientes de la necesidad de incorporar estos atributos, cada uno de nosotros podemos convertirnos en estrategas, guiando a nuestros equipos hacia el éxito y los objetivos trazados.