Brasil atrae a visitantes de todos los rincones del mundo. En esta ocasión te proponemos visitar la capital bahiana que presenta características que la hacen única y atractiva. Con calor durante casi todo el año y naturaleza imponente, kilómetros de playas y parques ecológicos, Salvador y sus alrededores garantizan esparcimiento a todos los perfiles de visitantes.
Ubicada en el Nordeste de Brasil, Salvador, capital de Bahía, es reconocida en el mundo por sus iglesias cubiertas de oro, las casonas coloniales, su culinaria propia, el sincretismo plasmado en la fusión de sus cultos y por una población de fuerte herencia africana que le ha valido a la capital el apodo de “Roma Negra”.
Cuenta con sitios emblemáticos que cautivan a quiene los visitan. Por avión, desde Asunción existen varios vuelos semanales a Salvador. La distancia entre Asunción y Salvador es de 3128 km, es decir que, conduciendo, el viaje dura aproximadamente un día y medio, en autobús, casi tres días.
Pelourinho y centro histórico. Conserva numerosas casonas de los siglos XVI, XVII, y XVIII, que albergan tiendas, museos, restaurantes y centros culturales. Reconocido como el mayor conjunto arquitectónico colonial de América, en la zona se llevan a cabo numerosas performances culturales; los más populares son los ensayos del colectivo de percusión Olodum, fiesta garantizada. La casa donde vivió el escritor Jorge Amado con su esposa y colega Zelia Gattai también es parada obligatoria en el Pelô (nombre cariñoso que se le da al barrio), un monumento al arte y de amor por Bahía.
Iglesias. El acervo arquitectónico y las muestras de arte sacro son capaces de atraer incluso a quienes no son creyentes; en Salvador la fe y la fusión de cultos está presente en varios templos icónicos y festividades populares. Entre los templos católicos más renombrados está la Iglesia de San Francisco, ubicada en el Pelourinho, fue construida entre los siglos XVII y XVIII y es considerada una de las Siete Maravillas de Origen Portugués.
Sus azulejos portugueses del siglo XVIII, están adornados con tallas de madera moldeadas con oro en polvo y con símbolos del barroco brasileño como hojas, pelícanos, flores y ángeles. No muy lejos de allí está la Catedral Basílica del Salvador, considerada la “madre” de todas las iglesias católicas brasileñas.
El brillo de sus 13 altares enchapados en oro deja a los visitantes con la boca abierta; en su construcción se utilizaron 50 mil hojas de oro y 5000 de plata. La iglesia del Senhor do Bonfim se encuentra en la única línea de colinas en la península de Itapagipe y es conocida por las cintas de colores que se atan a sus rejas (y en las muñecas de los visitantes) y en cuyos nudos están contenidos los deseos de los fieles que la visitan.
Farol da Barra. Ideal para disfrutar del atardecer, está enclavado en una fortaleza típica portuguesa y en su interior hay un pequeño museo en el que se relatan fragmentos de la historia de la ciudad, de los navegantes, de los colonos, de los esclavos y del mismo faro, además de una hermosa cafetería. A unos 30 kilómetros de distancia vale la pena acercarse al Farol de Itapuá, en la playa del mismo nombre y donde se encuentra la casa que fue del poeta Vinicius de Moraes, quien le dedicó al lugar una de las más bellas canciones de la música brasileña: Tarde en Itapuá.
Gastronomía. Mariscos, pescados, especias, coco y frijoles son ingredientes infaltables en la comida bahiana, que tiene gran renombre en todo Brasil. Dos de los platos icónicos son la moquecas (una cazuela con mariscos y pescados con leche de coco, aceite de dendé y gran variedad de especias), y el acarajé (una croqueta frita de harina de frijoles rellena con camarones). Pero la lista es amplia, tanto que la gastronomía bahiana tiene hasta su propio museo uno de los momentos más interesantes de la visita.
Playas. Salvador de Bahía tiene una particularidad: posee playas bañadas por la Bahía de Todos los Santos mientras que otras dan hacia el océano Atlántico. Las que están hacia la bahía, como la famosa playa de Barra, y Praia do Mam, ofrecer un mar calmo donde se forman piscinas naturales de aguas cristalinas y tibias, ideales para nadar, practicar buceo e ir con niños. A partir de la playa Farol da Barra en adelante, el mar pertenece al Atlántico y presentan un oleaje mayor, allí están entre otras, las Playas Stella Maris y Flamengo.