Alfredo Pajés
Vicepresidente - Recursos Humanos - Citi
El mundo del deporte definitivamente tiene muchísima analogía con el de las organizaciones. A menudo se usan ejemplos de varias disciplinas para graficar lo que también sucede en las empresas. Equipo, coach, triunfo, fracasos, esfuerzo, disciplina, etc. Todo vale.
Hace un par de semanas tuvimos, mi señora y yo, la oportunidad de trabajar una vez más por uno de los proyectos deportivos de nuestro hijo mayor. Metidos de lleno en el Intercolegial de su colegio nos pasamos dos fines de semana trabajando con otros padres de la promoción y nuestros hijos en uno de los eventos más importantes que organizan los chicos del último año de secundaria. Un torneo que precisa de la colaboración de todos.
Como era de esperarse, vimos partidos interminables de fútbol, básquet, vóley, handball y otras disciplinas tanto en categoría masculina como femenina. Algunos de ellos al borde del ataque de nervios donde nuestros chicos se jugaban la clasificación a la final del torneo. ¿Quién no quiere salir campeón en su categoría en su propio intercolegial en el último año de secundaria? ¿Quién es el padre o madre que no quiere ver ganar a sus hijos? Todos.
El hecho que llamó particularmente mi atención fue el penúltimo partido del equipo de futsal masculino, donde los chicos de nuestro colegio disputaban la clasificación para la final. El encuentro estuvo cargado de mucha emoción y también de aprendizaje, al menos para mí. Más allá de la victoria indiscutible, lo que destaco es la ACTITUD de los jugadores. Algo que deberíamos aprender también los adultos y no solo para el mundo del trabajo sino para todos los aspectos de nuestras vidas.
El partido inicialmente parecía complicado. Había que ganar para clasificar a la final. Los chicos entraron con actitud ganadora. En la cancha no fueron mezquinos con el balón. Se compartieron jugadas, se pasaron la pelota, fueron desprendidos de todo pase individual que podía llegar a un gol y cedieron el esférico a quien estaba más en ventaja para poder terminar en un gol. Primera lección: Si queremos ganar o llegar a la meta tenemos que aprender a compartir la responsabilidad y sumar antes que restar. El trabajo en equipo es un engranaje de varias piezas bien articuladas. Ser desprendido y olvidar el egoísmo en beneficio de todos, del grupo. La victoria es del equipo no solo del que mete un gol.
Cada tanto fue celebrado por todos. No hubo nadie que no fuera parte de ese círculo albiceleste donde fundidos en un abrazo colectivo festejaban el gol apoyándose mutuamente. Segunda lección: Celebrar las victorias todos juntos más allá de que haya sido uno solo el responsable de mover el tablero. Se celebra en equipo porque la victoria es del equipo.
El entrenador había mantenido un equipo titular. Pero a medida que transcurría el juego fue intercambiando sus piezas como mejor le parecía, seguramente, y conforme a la habilidad de cada uno de sus pupilos. Imagino que la salida y el ingreso de cada jugador se daba estratégicamente pensando en lo que más convenía para el momento del partido. Cada uno hizo lo suyo cuando estuvo en la cancha. A lo lejos se le veía a “el profe” indicar la jugada y el sitio que debía ocupar cada jugador que ingresaba a la cancha. Tercera lección: No todos servimos para todo, pero todos servimos para algo. Cada jugador entró para hacer algo específico en un momento dado del juego y la estrategia tuvo su resultado. El talento adecuado en cada jugada los llevó al éxito colectivo.
Del otro lado el equipo contrario aceptaba lentamente su contundente derrota y también con mucha honra. Ellos hicieron todo lo que estaba a su alcance para poder igualar a su adversario y lo pelearon hasta el final. Pero el esfuerzo no alcanzó. Sin embargo, ellos nunca renunciaron. Peleaban cada pelota como si fuese el primer minuto de todo el partido. Cuarta lección: Hay que pelear por el objetivo hasta el último momento. No tirar la toalla jamás, aun cuando soplen vientos en contra, o cuando la hinchada deje de alentar. Al equipo perdedor va una estrella porque así lo hicieron. Son unos grandes también.
Al final se vino lo mejor. Y para mi lo mejor sinceramente no fue la victoria que llevó al equipo de los cinco titulares y otros tantos más de la banca de suplentes a la clasificación a la final, sino lo que ocurrió apenas terminó el juego. El árbitro pitó el final del partido y los chicos comenzaron a festejar en ronda su indiscutida victoria sobre un adversario que respetaron en todo momento. Se fundieron en abrazos y vítores y nosotros desde las gradas aplaudíamos y también celebrábamos con ellos. Era una fiesta.
Solo unos minutos después de esa ronda de victoriosos chicos clasificados, ellos mismos, en una reacción colectiva y al unísono corrieron hasta su entrenador. Sí, corrieron hasta donde estaba su profe. Lo rodearon, lo abrazaron, festejaron con él y así en un gesto tan pero tan auténtico le demostraron su agradecimiento. No había visto eso en otros equipos que también pasaron a la final. Fue un momento emotivo para los jugadores, para el líder del equipo y para nosotros, el público que los veía desde las graderías. Un gran orgullo para “el profe” que sus chicos hayan tenido una reacción como ésta. Quinta lección: Reconocer y agradecer son uno de los gestos más lindos que podemos hacer los seres humanos. Reconocer lo que los líderes hacen por los equipos también es un acto de extraordinaria grandeza. No esperemos que solo los líderes reconozcan el esfuerzo del equipo. El equipo también puede hacer lo mismo por ellos. Y la humildad con que lo recibió “el profe” fue sencillamente una lección para todos. Reconocimiento y humildad en un solo gesto. Grande el equipo. Grande el profe.
Como verán, lecciones de vida y de liderazgo podemos encontrar en cualquier lugar. Lo importante es que seamos capaces de reconocerlos. No estábamos en Harvard ni en ninguna clase magistral de algún gurú del liderazgo. Estábamos en un intercolegial, viviendo un partido de futsal disputado por unos chicos de Sub18 y un profe de colegio que hacía todo lo que estaba a su alcance por sus seleccionados. ¿Qué les parece? Nada, para todo lo que habíamos aprendido.
Un día glorioso para los chicos. Un gran aprendizaje para todos. Finalmente, ellos se alzaron con la Copa de Campeones del torneo. Algo muy predecible cuando conjugan en perfecta armonía trabajo en equipo, camaradería, gestión estratégica y actitud por sobre todas las cosas. Eso aprendimos de un Equipo de Futsal de 10.