Gaby Rojas Teasdale
Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay.
@gabyteasdale
Inés llegó a la primera sesión de coaching que teníamos marcada con el objetivo de trabajar en sus metas laborales, que eran muy específicas e innovadoras a la vez. Pero desde nuestros primeros encuentros fuimos detectando los pensamientos limitantes que le impedían enfocarse y avanzar hacia sus objetivos.
A través de ejercicios, sencillos pero profundos, pudimos identificar algunas heridas que arrastraba del pasado. En el coaching con líderes nos concentramos en llegar a ese lugar propuesto reconociendo dónde estamos hoy. No nos enfocamos en el pasado, pero generalmente, es un proceso que demanda sanar viejas heridas para enfrentar el presente.
En el caso de Inés, tuvimos que trabajar sobre una serie de situaciones que vivió durante su infancia y adolescencia. En ese tiempo, sus padres eran muy exigentes y severos y la comparaban todo el tiempo con sus hermanos mayores. Ella recordaba que la trataban de torpe porque no tenía las mismas habilidades que sus hermanos y eso dañó profundamente su autoestima, generándole una gran inseguridad. Cada vez que se proponía algo, escuchaba su voz interna que le decía “no lo vas a conseguir porque sos inferior, sos torpe”.
Las personas con autoestima baja tienen esa voz interior que las aplasta cuando enfrentan desafíos. Por eso, ser aceptados y valorados por nuestros padres es sumamente importante. Si sos mamá o papá, tomate un tiempo para reflexionar en la comunicación que tenés con tus hijos. A veces, cuando estamos en el fragor de lo cotidiano, no dimensionamos el daño que podemos generar en nuestros h os comparándolos o humillándolos con ciertos comentarios.
En las escuelas se habla mucho actualmente del bullying, y los que han pasado por eso saben cómo se siente. Lo mismo sucede en casa. Por lo tanto, los padres tenemos el desafío de pensar antes de reaccionar agresivamente, ya sea tanto de manera verbal o física, para evitar heridas que de alguna manera definirán el futuro de nuestros pequeños con relación a su salud mental y emocional. También debemos saber expresar a nuestros h os todo aquello positivo que vemos en ellos, ya que esto fortalece su confianza.
Las palabras que Inés escuchaba de sus seres queridos se convirtieron en esa voz interior que debilitaba su autoestima, su comportamiento y su capacidad de tomar decisiones, porque se sentía insegura e imperfecta. Desbloquear ese ruido interior es el primer paso para soltar lo que nos hace mal y estar en paz con uno mismo. Algunos ejemplos de pensamientos limitantes que podés tener y que se generaron por este tipo de comentarios agresivos pueden ser: “Soy inútil, no me gusto, soy feo, nadie me acepta o me quiere, no soy inteligente, no puedo comunicarme, soy diferente, no lograré nada, no me da el cuero, no pertenezco, nadie me registra”.
Si te sentís identificado con algunos de ellos, te invito a ir desbloqueando estos pensamientos con un simple ejercicio: “Hablate bien a vos mismo”, creá un contenido de afirmaciones. También intentá conectarte como adulto con ese niño interior y empezá a sanar, reconociendo que tus padres no fueron perfectos, vos tampoco y ninguna otra persona que se cruce contigo en esta vida lo es. Perdoná todo aquello que te dolió. Porque muchas veces, los seres humanos no dimensionamos la herida que podemos hacer con nuestras palabras y actuar.
Nadie puede definir quien sos, nadie puede hacer un nudo en tu vida que no te deje avanzar hacia tu grandeza como ser humano. Cuidá tu mundo interior y poco a poco eliminá lo que trató de contaminarte. ¡Vos sos el capitán de tu vida, y un buen puerto te espera!