Alfredo Pajés
Vicepresidente - Recursos Humanos - Citi
Lunes, 6am. Inicio de semana. Una copiosa lluvia baña la ciudad y el tránsito caótico se agudiza con la tormenta. En la calle los bocinazos ponen la nota de color a la ansiedad de los conductores. En las veredas los pocos transeúntes tratan de escapar de los efectos del raudal. Nosotros con los niños metidos en el auto rumbo al colegio somos parte de la interminable fila de automóviles que esperan ansiosos la luz verde para avanzar, aunque sea unos metros más en nuestro desesperado afán de llegar a destino y a tiempo. Si arrancar los lunes de por sí ya es una prueba al ánimo colectivo imagínate un día como este.
Lo que debería tomar apenas unos cuarenta minutos en condiciones normales, un día como hoy, fácilmente puede significar unos cincuenta minutos en tráfico. Una prueba a la paciencia. En la radio anuncian el mismo clima para casi toda la semana. Finalmente llegamos. Niños depositados a tiempo. Metido de nuevo en el auto me preparo para el siguiente destino. La lluvia ha cesado de momento. Mientras vuelvo a arrancar el auto logro ver a un hombre avanzar por el costado a pasos apresurados. Eso no me sorprendió. Lo que sí capturó toda mi atención fue cuando me percaté que él tenía en sus manos un bastón blanco. Comprendí. No vidente.
El bastón blanco es utilizado por las personas que poseen ceguera total. Lo investigué después de pasar por esta experiencia ya que había visto en el pasado otros colores de bastones. Los verdes son utilizados para personas con baja visión y los rojos con blanco para personas con baja visión que precisan usar bastón en algunos momentos especiales del día o la noche. Interesante.
Volvamos al hombre del bastón blanco. No pude evitar fijar la atención en la manera en cómo este señor caminaba. Una rapidez admirable considerando su condición. Agitaba su bastón de un lado a otro como si fuera un machete haciendo una especie de surco en medio de una exuberante maleza imaginaria sobre la superficie de la vereda bañada por la lluvia.
El señor avanzaba así en su vertiginoso ritmo como si no tuviera a nada ni a nadie frente a él. Una confianza total. Una seguridad envidiable. Como si realmente viera por donde iba. La escena no terminaba de sorprenderme y reconozco que tuve que mirar por el retrovisor para verlo alejarse de igual forma como lo vi desde el principio. Su ritmo no cesó. Caminaba firme, seguro y rápido. Imagino que le apremiaba llegar a destino antes que vuelva a llover.
Y me pregunté: ¿Cuántos de nosotros avanzamos por la vida a ciegas sin tener un rumbo claro? ¿Cuántos de nosotros creemos que estamos avanzando cuando realmente no tenemos idea a donde nos dirigimos? Este hombre sin ver por dónde iba, sabía cómo y por donde caminar sin que nadie lo oriente ni muestre el camino. No tenía visión, pero sí tenía un objetivo: llegar.
A menudo, entrevisto candidatos para las oportunidades de trabajo que ofrecemos en nuestra organización. Tengo la brillante fortuna de conocer personas de diferentes profesiones, orígenes, países y culturas. Es una de las partes que más disfruto de mi rol. Cada conversación es una oportunidad de aprendizaje para ambas partes. Cada charla es una experiencia diferente. Los candidatos no terminan de sorprenderme cuando, en más de una ocasión, no pueden identificar de una manera sencilla sus objetivos profesionales y mucho menos los personales. La pregunta es sencilla. ¿Cuáles son tus aspiraciones personales? ¿Qué metas profesionales te has marcado en un corto o mediano plazo? Lo que cuesta es la respuesta. Siempre terminan en afirmaciones vagas sin muchos fundamentos.
Sin metas claras en la vida, aunque avancemos a pasos agigantados difícilmente podamos llegar a un buen destino. Trazar tu camino con todo tipo de objetivos es un primer gran paso para que el recorrido tenga sentido y sea fructífero. No existe un caminante que quiera recorrer kilómetros de distancia para no llegar a un buen destino.
El destino es el objetivo y por el camino está el aprendizaje. Siempre es un buen momento para replantearnos nuestra hoja de ruta. La fijación de metas no es un asunto que compete solo al mundo de las organizaciones o a la faceta estrictamente profesional. La determinación de objetivos es algo que debería trascender más allá de estos límites. No confundamos movimiento con avance.
Más que una visión clara, que definitivamente no tenía el hombre del bastón blanco, lo fundamental es tener un objetivo claro. Saber a dónde nos dirigimos y para qué.