Gaby Rojas Teasdale
Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay
“Así, el hombre bueno saca cosas buenas del tesoro que tiene en su corazón, mientras que el malo, de su fondo malo saca cosas malas. La boca habla de lo que está lleno el corazón”. Esta es una cita del evangelio de San Lucas que ilustra de manera potente el poder de la palabra y la manera en que muchas veces no nos tomamos el tiempo suficiente para pensar antes de hablar.
El mundo nos empuja a vivir de forma acelerada, en un constante “fast mode”. Esperar más de cinco minutos en la la de un supermercado nos altera, interrumpir una conversación nos resulta “normal” porque no solo estamos perdiendo la paciencia para aguardar, también para escuchar. Y si la paciencia se debilita, pasa lo mismo con la comprensión.
¿Nunca te pasó que respondiste algo sin comprenderlo del todo porque estabas haciendo mil cosas a la vez? ¿O que no prestaste atención a tus hijos, a tu pareja o a un compañero de trabajo porque estabas distraído con una aplicación de mensajería instantánea? Es un fenómeno cada vez más frecuente. Las redes sociales nos activan de una manera descontrolada porque expresar lo que sentimos en el momento, o lo que queremos gritar a los cuatro vientos, no tiene límites. Y esto termina lastimando a nuestro entorno y a nosotros mismos.
Alguien inicia un hilo y otros rápidamente se suman sin darse mucho tiempo a la reflexión. Por eso es bueno que cuando nos encontremos con juicios, maltratos, personas que degradan a otras, sarcasmos, burlas, insultos sin medida, intentemos conectarnos con el interior de quien nos está atacando. Probablemente, estas personas están muy dolidas por dentro y esa mirada nos pueda ayudar a tener más claro el motivo de sus comentarios dañinos.
Es importante parar la pelota para darnos el tiempo necesario antes de hablar. Nadie es dueño de la verdad, nadie es perfecto, empecemos por ahí. Todos tenemos opiniones y estas se dan desde nuestras propias creencias, valores y realidades. Si no somos capaces de comprender antes de opinar, difícilmente seamos capaces de proponer soluciones. Entender al otro desde sus limitaciones como ser humano, escuchar y hablar desde lo bueno que todos podemos cultivar en nuestro interior es muy constructivo.
Para lograr entender al otro, debemos ser capaces de entendernos nosotros primero. Preguntarnos, ¿por qué critico? ¿Por qué ofendo? ¿Por qué lastimo? ¿Qué tengo en mi corazón? Ser conscientes de lo que nos pasa internamente es vital porque si estamos cargados de basura vamos a salir a contaminar al mundo entero.
Acabamos de iniciar la Cuaresma, un tiempo perfecto para mirarnos, para entender nuestros pensamientos, nuestras palabras y, por ende, nuestras acciones. “La boca habla de lo que está lleno el corazón”. Escuchate y empezá a mirar al otro desde la compasión, desde la comprensión, para que todo lo que entregues sean palabras que calmen el alma.