María José Cabezudo
Presidenta de la Fundación Saraki
En la vida solemos experimentar situaciones que nos ponen a prueba, que nos sacan de nuestra zona de confort y nos llevan a dar vueltas todo para poder continuar. Este es el caso de Yamile Estigarribia, una joven estudiante de arquitectura (23 años), quien hace 6 años, a consecuencia de un accidente, quedó con secuelas físicas, primero en silla de ruedas, hoy en día, con muletas, tras una lesión en su columna vertebral.
Yamile, como toda joven, dividía su tiempo entre la familia, el estudio y los amigos. Una joven, agradable, amigable, inteligente, que, de un día para otro, la vida le da un giro inesperado, que, de alguna forma, la deja con el espíritu vulnerable, triste. Esos momentos en los que la mayoría de las personas quedan en la lona ante una desgracia repentina, pero, sin embargo, luego de un tiempo de lógica depresión, su mirada cambió y vio que ella podía, siendo ahora una joven con discapacidad física, no solamente buscar su recuperación, sino dejar un legado para que las personas con discapacidad tengan acceso a una sociedad más justa, inclusiva y accesible.
Antes de mi accidente, recuerdo que veía y me sorprendía lo difícil que les resultaba a las personas en sillas de rueda movilizarse, pero no dimensionaba realmente la situación por la que pasaban, porque no la vivía”, contó Yamile en su momento. Cuando le tocó a ella, dimensionó las enormes necesidades que pasan las personas con discapacidad, se encerró, pero con ayuda de profesionales y, sobre todo, su familia, se animó a ver más allá de sus necesidades. Ese fue un punto de inflexión en su vida.
Falta de empatía de la gente, por un lado, y de infraestructura adecuada para personas con discapacidad por el otro, fueron dándole una mirada mucho más inclusiva y la decidieron a promover cambios, primero, mediante su carrera (cursa actualmente el tercer año de arquitectura), modificando su manera de pensar, yendo más allá de su interés personal, en el interés comunitario. “Seguí arquitectura en vez de medicina, para que la contribución que pueda hacer sea más duradera en el tiempo”, refiriéndose a la accesibilidad en cuanto a infraestructura. Así comenzó el cambio, en su propia facultad, que al principio no era la más accesible, pero que logró, con el apoyo de compañeros y profesores, dotar de mayor comodidad para personas con discapacidad física.
Lo sorprendente de Yamile es que, a pesar de la situación adversa y los malos ratos, la experiencia la fortaleció y le hizo cambiar su forma de pensar, enfocándose en ayudar a los demás, porque ella misma encontró gente valiosa que le acompañó en este proceso. Por más que ella está enfocada a recuperarse, está consciente de que debe mover estructuras para que finalmente, todas las personas con discapacidad, no solo física, sean beneficiadas.
Más allá de buscar accesibilidad, necesitamos mover estructuras, porque no hacen faltas rampas únicamente, hay muchas otras discapacidades y debemos, no solamente hacer las adecuaciones correspondientes, sino tener incidencia en toma de decisiones, hacer cumplir las leyes establecidas (para las personas con discapacidad), va más allá de incursionar en la arquitectura inclusiva, que ayudará, pero tenemos que apuntar a más”.
Ese mensaje de Yamile muestra la clase de persona que es, su pensamiento, su entereza, su decisión, y sobre todo, pone de manifiesto que, si una joven como ella está dispuesta a dejar un legado, todos podemos, es cuestión de voluntad, de mover estructuras.