Jorge García Riart
Doctor en Educación Superior
No es una pregunta nueva ni tampoco una decisión nueva. Las instituciones de enseñanza de todos los niveles que hace tiempo, antes de la pandemia, han resuelto invertir en tecnología para mediar en el proceso de aprendizaje tienen hoy ventajas competitivas frente a las que no se decidieron.
Hace un par de décadas atrás, las dudas no se centraban en los costes directos de la implementación de tecnología sino en los costes indirectos. Los costes directos iniciales eran sin duda elevados. Pero eso su importancia no estaba en titubeo. El dilema era si los beneficios indirectos favorecerían la implementación del cambio.
Los primeros análisis indicaron que la introducción de tecnología en la enseñanza haría que se levantaran menos edificios nuevos, habría una reducción del tráfico vehicular y una mayor inclusión de otros grupos-objetivo, como por ejemplo la introducción en la universidad de empleados de servicios y comercios que trabajan hasta tarde.
Estas tendencias ya fueron advertidas en el umbral del siglo XXI en los ensayos de Anthony Bates, responsable del desarrollo de programas de educación flexible a distancia de la Universidad de Columbia Británica (Canadá). Evaluó con clarividencia las ventajas de la enseñanza basada en las nuevas tecnologías así como la estructura del costo de inversión de ellas.
Tony Bates indicó en su libro “Cómo gestionar el cambio tecnológico” (versión en castellano) que para asumir determinaciones con respecto a la inversión en tecnología hay que conocer la estructura de costes directos los cuales son la incorporación de tecnología propiamente, el diseño de un programa académico y el desarrollo de cursos online propios o subordinados.
La explicación de cada uno de estos elementos, en la citada publicación, es una referencia clara para los responsables de centros educativos. El investigador británico dijo que es mucho más fácil calcular los costes de la enseñanza a distancia completamente que solamente la tecnología como apoyo de la enseñanza tradicional.
Según Bates, la docencia tradicional está muy ligada con costes regulares que encarecen el servicio educativo, tales como edificios, Rectorado, biblioteca, impuestos, administración, servicios de información, etc. “Cuando todo esto se distribuye por alumno constituye el 53% de los gastos de funcionamiento de carácter general”, explicó en su libro.
Por otro lado, la tesis del también docente de la British Open University (Inglaterra), era que si el uso de tecnología como apoyo de aula no se traduce en un ahorro de otras actividades, los costes de introducción de tecnología en la enseñanza se elevarán irremediablemente.
Reconocía el investigador por cierto que aún había que realizar –”con urgencia”– más investigaciones sobre el impacto de usar la tecnología como apoyo de la enseñanza para tomar conclusiones certeras. No obstante, agregaba: “la forma en que se calculen los costes dependerá del tipo de decisiones que se tomen y de cual posición ocupe quien la tome”.