Gabriela Rojas Teasdale
Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay.
@gabyteasdale
Desde hace varios años trabajo como coach y mentora de líderes. Es una profesión que adoro y en la que invertí muchos años de vida. Por eso pongo todo mi esfuerzo y energía cuando la ejerzo.
A menudo me preguntan por qué soy tan exigente al escoger a las personas con las que quiero trabajar. Mi respuesta es siempre la misma: mi tiempo y el de todos es sumamente importante y limitado, por lo tanto, siento que debo manejarlo de la mejor manera posible. Me gusta trabajar con personas que están dispuestas a utilizar su tiempo y esfuerzo para lograr los mejores resultados, con personas comprometidas con el cambio. Me gusta acompañar a quien está enfocado. Una persona que no puede mirarse al espejo para analizarse a sí misma, una persona con excusas o enfocada en el pasado o sin ganas de cambiar no es mi cliente ideal. Porque incluso si tiene al mejor coach del mundo, las cosas no van a funcionar y el cambio no va a ocurrir. La buena noticia es que los “incoachables” son fáciles de detectar. ¿Cómo saber cuando alguien no puede hacer coaching? ¿Cómo se detecta una “causa perdida”? Existen dos indicadores que pueden determinar si estás trabajando con la persona correcta:
1. No cree que tenga un problema.
Puede tratarse de un adulto exitoso que no tiene interés en cambiar porque cree que su comportamiento está funcionando bien. Si a él no le importa cambiar, vamos a perder el tiempo. Aquí quiero darles un ejemplo para graficar este tipo de cliente: una mujer tenía por objetivo transformar el comportamiento de su esposo. Su esposo no tenía la habilidad de ser flexible, cambiar sus creencias, le costaba escuchar y comunicar de manera efectiva su opinión.
Ella se frustraba todo el tiempo diciendo que su marido era caprichoso, terco, y a veces hasta parecía agresivo en sus respuestas porque no conocía una mejor manera de comunicar lo que pensaba. Ella trató por mucho tiempo de ayudarlo, y también pidió ayuda. Él solo se limitaba a responder: “soy así y punto”. Un día, por millonésima vez ella intentó hacerle entrar a su esposo en razón. Él la miró, suspiró y dijo: “cariño, tengo 70 años, vamos a dejarlo así”. No tenía ningún interés en cambiar. No percibía ningún problema.
Cuando alguien llega diciendo que alguien cercano tiene algo que solucionar, probablemente la persona en cuestión no estará ahí por voluntad propia. Entonces, no hay mucho que se pueda hacer.
2. Cree que todos los demás son el problema.
Hace mucho tiempo tuve como cliente una gerente que, después de algunas salidas de empleados de alto rendimiento dentro de su organización, estaba preocupada por su equipo. Tenía una empresa exitosa y a la gente le gustaba el trabajo, pero los comentarios decían que la jefa tenía favoritismos en la forma en que compensaba a la gente. Cuando le comuniqué este comentario a mi cliente, me sorprendió por completo. Dijo que a ella le parecía bien como procedía y pensó que nadie tenía por qué quejarse. Ahí me di cuenta que esta persona me había llamado no para ayudarla a cambiar, sino porque quería cambiar a sus colaboradores. Es difícil ayudar a las personas que creen que no tienen un problema y que están seguras de que siempre tienen la razón.
Es imposible ayudar a las personas que piensan que el problema es otra persona. Me gusta mucho la canción de Michael Jackson, el hombre del espejo: “Voy a comenzar con el hombre en el espejo. Le voy a pedir que cambie sus costumbres y ningún mensaje podría haber sido más claro. Si quieres hacer del mundo un lugar mejor, mírate a ti mismo, y luego haz un cambio”. Siempre que me encuentro con alguna persona que señala a los demás como el problema, o no tiene la humildad suficiente para aceptar sus limitaciones o comportamientos disfuncionales, pienso en esta canción. Es muy difícil intentar ganar argumentos que nunca podrás ganar.
Por el contrario, me fascina encontrarme con personas que están dispuestas a transformar creencias, hábitos y comportamientos que limitan su gran potencial. Estas son personas que entienden que no somos perfectos, que no tenemos todas las respuestas, pero sobre todas las cosas, son personas que están dispuestas a sacrificarse y trabajar duro para encontrar un mejor camino. Ese camino que nos desafía día a día pero que, al mismo tiempo, nos lleva a vivir con transcendencia. Esas son las personas a las que me gusta ayudar.