Guido R. Brítez Balzarini
Socio Gerente de Sunergos
Alrededor de 1920, el psiquiatra suizo Carl Jung sostuvo que la introversión y la extroversión emanaban de la fisiología del ser humano. En aquellos tiempos no era posible comprobarlo, pero 79 años después, la Dra. Debra Johnson, y un equipo de investigadores de la Universidad de Iowa, utilizaron la tomografía computarizada para comprobarlo al analizar el cerebro de voluntarios de ambos grupos. Los resultados le dieron la razón a Jung y fueron publicaron en el American Journal of Psychiatry en Febrero de 1999.
La Dra. Johnson inyectó una pequeña dosis de líquido radioactivo en el flujo sanguíneo de los voluntarios para determinar la intensidad del flujo sanguíneo que regaba sus cerebros y para analizar cuáles áreas cerebrales eran las más utilizadas por cada grupo. Los investigadores obtuvieron dos hallazgos. Primero, los introvertidos recibían más sangre en el cerebro que los extrovertidos, lo cual indicaba mayor actividad en la zona. Los investigadores concluyeron que esto significaba que los introvertidos necesitan menos estímulo externo que los extrovertidos, ya que lo obtienen de manera natural, y se demostró el motivo por el cual los introvertidos son más sensibles a los estímulos externos producidos por las personas o las cosas del ambiente.
Segundo, la sangre de los introvertidos y los extrovertidos fluían por diferentes caminos neuronales. Las neuronas son las células cerebrales que al comunicarse entre sí configuran un conducto o camino neuronal que forman los pensamientos, las ideas y las conductas del ser humano. Se descubrió que los caminos neuronales de los introvertidos eran más largos y lentos que los extrovertidos, y fluían hacia la corteza prefrontal del cerebro, una zona que se asocia con la creatividad, planificación, solución de problemas y focalizan la mente al mundo interno del ser humano. En contraste, los caminos neuronales de los extrovertidos eran más cortos, rápidos y fluían hacia las áreas sensoriales del cerebro, lo cual significa que los extrovertidos focalizan más en el mundo que les rodea.
También se descubrió que los caminos neuronales transportaban diferentes neurotransmisores, o sustancias químicas que se encargan de la transmisión de señales desde una neurona a otra. El camino neuronal del extrovertido utilizaba el neurotransmisor llamado dopamina, una sustancia química asociada al movimiento y el aprendizaje, mientras que el camino neuronal más largo de los introvertidos utilizaba la acetilcolina, un neurotransmisor asociado a la tranquilidad y la memoria.
La acetilcolina activa el sistema nervioso parasimpático que controla ciertas funciones corporales e influyen en cómo se comportan los introvertidos, mientras que la dopamina activa el sistema nervioso simpático que controla otras funciones corporales e influye en la conducta de los extrovertidos.
Como resultado, la Dra. Johnson y su equipo concluyeron que las diferencias conductuales de los extrovertidos e introvertidos se originan en el uso de diferentes neurotransmisores y la variación en la longitud de sus caminos neuronales.
Todo lo mencionado impacta en el proceso mental por el cual transitan los introvertidos y los extrovertidos. El cerebro de los introvertidos con constante actividad y más sensibilidad a los estímulos del ambiente, hace que el introvertido busque la calma o la tranquilidad, cargue sus energías estando solo, y al ser más largos y lentos sus caminos neuronales, carecen de espontaneidad al pensar primero y luego hablar. Por otro lado, al tener el cerebro de los extrovertidos menos actividad, los extrovertidos son más activos, buscan el estímulo ambiental, y al ser más cortos y rápidos sus caminos neuronales son muy espontáneos al hablar y después pensar.
En resumen, la introversión y la extroversión tienen raíces fisiológicas, por lo cual es importante que este hecho sea bien comprendido por ambos grupos humanos para poder interactuar con empatía y armonía en espacios laborales o personales