Gabriela Teasdale
Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay
@gabyteasdale
www.liderazgo.com.py
Hace algunos días en una clase sobre inteligencia emocional analizamos la llamada “mente de mono”. Es algo que seguro identificarás rápidamente porque, sobre todo en estos tiempos, lo estamos experimentando con mayor frecuencia. Cuando nuestra mente salta de un lugar a otro con muy poca conciencia de lo que estamos haciendo y de por qué lo estamos haciendo estamos teniendo una “mente de mono”.
Una de las alumnas del curso comentó que, con tantas cosas para pensar y procesar, estaba sufriendo una enorme ansiedad. Eso la hacía distraerse con facilidad, pasar de un tema de conversación a otro sin darse cuenta y tener esa sensación de aturdimiento todo el tiempo. Y en estos días difíciles para todos, es algo que nos ha pasado o puede pasarnos a muchos. Piensa: ¿dejaste sin terminar una tarea que requería toda tu atención para revisar el WhatsApp? ¿Llegaste tarde a una reunión porque saliste con el tiempo limitado de otra llamada de Zoom? ¿Hay días en los que creés que 24 horas no son suficientes?
La realidad es que la mayoría de las veces nos encontramos invirtiendo nuestro tiempo, que es valioso y no vamos a recuperar más, en cosas triviales o tareas que no son significativas. Nos dejamos llevar por ese ruido, por un ritmo que nos genera estrés, ansiedad, frustración y que afecta poderosamente nuestro bienestar. Entonces, la gran pregunta que esconde todo esto es: ¿por qué no estamos enfocados?
La solución para controlar el síndrome de la “mente del mono” está en la capacidad de ser conscientes de todo aquello que ocupa nuestra mente, de reconocer los factores desencadenantes que afectan nuestras emociones o generan un mundo de distracciones. En la medida que nos adentramos a esa conciencia y la acompañamos con una buena respiración, vamos a poder descifrar esos disparadores internos o externos.
Busquemos nuestras propias respuestas en este proceso de autoconocimiento y autodisciplina: ¿Cómo me siento en este momento? ¿Qué estoy pensando? ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué lo estoy haciendo? Las respuestas que vayamos descubriendo nos ayudarán a estar más atentos a lo que nos pasa, a reconocer cuáles son los ruidos internos y externos que nos mantienen distraídos y ausentes, pero, sobre todo, a buscar hábitos, actividades y comportamientos que nos lleven a vivir de una manera funcional.
¿Cuántas veces hemos dejado de mirar a nuestros hijos a los ojos porque la pantalla del celular nos consume, porque creemos que si dejamos de responder los mensajes o atender una llamada el mundo se va a acabar? ¿Cuánto tiempo dedicas a escuchar noticias negativas, leer mensajes o hablar de temas irrelevantes? ¿Qué te preocupa o te roba el sueño? ¿Le das mucha manija a tus pensamientos, haciéndote la película incluso con aquello que jamás ocurrirá? ¿Las noticias negativas te están afectando anímicamente? ¿No tenés tiempo para compartir con tus amigos o tus hijos porque siempre estás súper ocupado?
Después de conversar sobre todas estas cuestiones en nuestra clase, nos propusimos trabajar en practicar la atención plena. Es algo fácil de entender, pero difícil de hacer porque continuamente estamos siendo provocados por un sinfín de influencias externas: correos electrónicos, teléfonos celulares, tabletas, TV On Demand, películas, juegos y redes sociales, entre otros caramelos que entregamos a nuestros monos de la mente día a día.
Trabajemos en nosotros mismos, en ser conscientes de aquello que queremos que ocupe nuestra mente, porque eso es lo que vamos a entregarle al mundo. Deshacernos de eso que no nos sirve está bien. Tenemos la libertad de elegir lo que consumimos, lo que es destructivo para nosotros y nuestros seres queridos. Dejemos de alimentar a nuestros monos y empecemos a estar aquí y ahora, haciendo todo lo que en algún momento nos volverá memorables.
¡Enfoquémonos en vivir!