Por Andrea Burt
Directora Ejecutiva de Sistema B Paraguay
El año que viene se cumplirán dos décadas de la creación de Sonidos de la Tierra, programa que transformó la vida de más de 20.000 niños y jóvenes de 210 comunidades del Paraguay. A lo largo de estos años, Sonidos ha demostrado que es posible desarrollar el país a través de la cultura. El sin fin de testimonios de transformaciones personales a través de este programa se ha inmortalizado con la famosa frase del Maestro Luis Szarán: “El niño que toca Mozart durante el día, por las noches no rompe vidrieras”. Pero, ¿por qué es improbable que los niños que tocan Mozart rompan vidrieras?
La música clásica es en sí cultura: simboliza educación, dedicación e intelectualidad. Al formar parte de una orquesta, los jóvenes tienen menos tiempo para estar en las calles. Aprenden valores mediante la metodología orquesta escuela de vida, y hacen nuevos amigos que comparten su pasión por la música. Reciben la confianza de llevar un instrumento costoso a sus casas (que tal vez tenga mayor valor que el de sus propias viviendas). Pero por sobretodo, la música es sinónimo de oportunidades: conocer al Paraguay representando a sus comunidades en importantes festivales, ir de gira por países vecinos, y tener la opción de ganarse la vida a través de la música.
Sonidos de la Tierra despierta en sus miembros la capacidad de aspirar a un futuro mejor. Según Appadurai (2004), la aspiración a una buena vida es una capacidad cultural, que tiene que ver con deseos y decisiones formadas en torno a interacciones sociales. Es decir, la capacidad de aspirar es una construcción colectiva basada en un sistema de ideales.
Sin darse cuenta, los miembros de la Red Sonidos de la Tierra incrementaron la capacidad de aspirar de las clases media y baja. Tomando como ejemplo principal a Szarán, símbolo exitoso de movilidad social, aumentaron sus ideales positivos y pusieron de moda asistir a conciertos en plazas y pasar los fines de semana tocando Bach y Vivaldi. Más allá de lo material, como grupo, aspiran a superarse a sí mismos para ser mejores ciudadanos.
Appadurai también hace una observación de que los más pobres tienden a tener menos aspiraciones por falta de acceso a oportunidades donde puedan experimentar la capacidad de aspirar. No obstante, Sonidos brinda hasta a los más humildes la oportunidad de soñar y sentir que pueden hacer realidad sus sueños. La imagen de Adolfino de Filadelfia ejecutando un violín es evidencia de ello.
La magia de esta capacidad es que tiene un efecto multiplicador: se culturizan los niños y jóvenes, pero también sus padres. Una vez que esto ocurre, ya no hay vuelta atrás. Un ejemplo es que las asociaciones de padres trabajan detrás de los escenarios para solventar los gastos de las escuelas de música comunitarias: ellos conforman “la orquesta que no se ve”. Realizan actividades de recaudación de fondos para pagar a los profesores y comprar instrumentos. Su altísima capacidad de gestión genera un importante desarrollo económico en sus localidades, y ni hablar acerca del impacto de los festivales en el turismo. Cuando más se enganchan los niños con la música, más trabajan los padres.
¿Y cómo se conecta la capacidad de aspirar con el desarrollo?
Un pueblo sin capacidad de aspirar es un pueblo conformista. No obstante, cuando el pueblo conoce que existe una realidad distinta, empieza a exigirla. Es por eso por lo que la cultura va mano en mano con la voz, y tener voz es importante para reducir la pobreza.
Según Fraser (2000), el reconocimiento cultural puede ser utilizado para mejorar la redistribución de recursos. Entonces, cuando más acceso a cultura tenga el pueblo, más alta será su capacidad de aspirar, que resultará en una voz más fuerte para reclamar sus derechos.
Sonidos de la Tierra ha hecho una labor increíble en las últimas dos décadas, y sus resultados han demostrado que la aspiración a un futuro mejor juega un papel clave en el desarrollo socioeconómico del Paraguay. No obstante, este esfuerzo es aún insuficiente: para masificar la capacidad de aspiración del pueblo paraguayo y las oportunidades que se abren a través de la cultura, se debería enseñar a ejecutar instrumentos musicales en todas las escuelas públicas y privadas del país. Mozart debería sonar en cada esquina — de norte a sur y de este a oeste — porque es evidente que cuando hay música, la historia cambia.