Jorge García Riart
Doctor en Educación Superior por la Universidad de Palermo, Buenos Aires, título apostillado por la “Convención de La Haya”.
La suba de la pobreza es directamente proporcional a la escalada del analfabetismo. Esta fórmula, en los estudios socioeconómicos, funciona generalmente de modo constante. Dicho de otro modo, a mayor pobreza, mayor analfabetismo (A=k.P).
Recientemente, se dieron a conocer los datos de pobreza económica del Paraguay correspondiente al 2020, el año de la pandemia de coronavirus. El total de la población colocada en la franja de pobreza es de 1.921.721 personas (ver EPHC 2020).
A pesar de las caída de los porcentajes de pobreza (entiéndase, mejora de los índices) en los últimos 5 años, ahora experimentamos que el 26,9 % de los habitantes del país son pobres económicos; la pobreza subió 3,4% con relación a 2019.
Según los datos revelados por el Instituto Nacional de Estadística, en el área urbana el 22,7% es pobre y en el área rural, el 34%, porcentuales que también han crecido el año pasado con relación al año anterior de la medición.
En 2019, el 13% de los pobres mayores de 15 años de edad eran analfabetos, lo que representaba unas 216.753 personas. El 46% de ellos estaban en zonas urbanas y 25% en zonas rurales (ver https://observatorio.org.py/especial/48).
Como son los últimos datos existentes con respecto a analfabetismo, lo que podemos hacer, para conocer la cantidad de pobres analfabetos en 2020, es una proyección matemática teniendo en cuenta como base el incremento de la pobreza. Así resulta que 7.371 personas entraron en la franja de analfabetismo.
Si bien el porcentaje de analfabetismo proyectado disminuiría en 1% (2020-2019), en cantidad absoluta se presume que 224.112 personas estarían desde el año pasado en el índice de analfabetismo; 80.976 serían analfabetas del sector urbano y 133.909 serían analfabetas del sector rural.
Hay que esperar los datos oficiales. Por el momento es una especulación que interpela y evidencia nuestras políticas públicas educativas. Lo concreto es que el analfabetismo y la pobreza tienen una mayor incidencia en las zonas rurales, territorios generalmente más vulnerables.
En este sentido, sosteníamos que fue un error suspender las clases presenciales en los sectores rurales, donde precisamente es poco visible la universalización de ciertas políticas de Estado como la conectividad a Internet para fines educativos.
Ahora, parece que la estrategia cambió. El mensaje institucional es que se debe atender con cuidado las zonas rurales o vulnerables de modo a asegurar el servicio educativo, siempre y cuando la jurisdicción distrital no figure en los puntos rojos del Ministerio de Salud.
Para 2021, se calcula que la población en edad de acceder a la escolarización será del 28,6% sobre la población total; 62,9% de ellos serán de zonas urbanas y 37,1% de zonas rurales. A los más sensibles sobre todo, además, hay que asegurarles alimentación y salud.
Hemos visto que en el Paraguay se corre serio riesgo de elevar la pobreza a indicadores que creíamos superados. La pandemia ha relevado no solo lo mal que estamos haciendo ciertas cosas sino también lo que dejamos de hacer para evitar la pobreza y para disminuir la analfabetización.