A pesar del “rebote” de la economía, las condiciones de vida del habitante promedio no mejorarían significativamente este año.
Existió un fuerte, pero volátil rebote de la producción según el último informe macro trimestral de Basanomics.Los números oficiales muestran que la actividad económica doméstica va superando los efectos recesivos de la pandemia. Las medidas de confinamiento implementadas en el país como consecuencia del COVID-19 provocaron un colapso histórico en la producción.
Conforme al IMAEP2, la economía se estancó en marzo 2020 en términos interanuales y se derrumbó fuertemente en un 13,5% en abril (16,3% cuando se excluyen el sector agrícola y las binacionales). A partir de ese mes la contracción económica fue atenuándose gradualmente y, un año después, los niveles de actividad volvieron a superar los registrados en febrero de 2020, pico anterior a la pandemia.
El rebote de la producción ha sido más rápido a lo estimado inicialmente: en principio, se esperaba que la economía alcance nuevamente estos valores solo en el segundo semestre del año. A marzo de 2021, Paraguay era el único país de la región que registraba un nivel de actividad económica superior al de febrero de 2020.
Al mes de abril, el dinamismo económico continuó consolidándose: el IMAEP creció 19,3% en términos interanuales (aunque decreció 3,5% en forma mensual utilizando datos desestacionalizados). Tomando en cuenta estos resultados y considerando algunos indicadores adelantados de actividad (como la recaudación de impuestos), aumentan las probabilidades de que las estimaciones originales de crecimiento económico para el año sean factibles de alcanzar4. Por ese motivo, BASANOMICS se mantiene en su estimación original de crecimiento del PIB de entre 4% y 4,5% para 2021.
El consumo experimenta igualmente una fuerte expansión y supera la severa retracción observada durante los meses de confinamiento sanitario. Las medidas limitantes a la movilidad tuvieron un significativo impacto en el gasto en consumo de las familias, afectando no solo a su nivel sino igualmente a su composición.
La incertidumbre sobre las perspectivas de empleo e ingresos generó que el consumo sea menor y que los ahorros preventivos sean más altos de los que eran antes de la crisis. La normalización gradual de las actividades está permitiendo una recuperación importante de este agregado económico. El consumo doméstico, medido por el Estimador de Cifras de Negocios (ECN), mostró un expresivo crecimiento interanual del 34,9% a fines de abril. Con este resultado, el promedio de variación interanual del ECN durante los primeros cuatro meses del año alcanza el 13%. Un análisis más granular de los datos muestra una recuperación en todos los subsectores y, como esperado, los aumentos más vigorosos se dan en aquellos rubros que cayeron más intensamente durante la pandemia.
El ECN se encamina a alcanzar una robusta expansión este año, dinámica similar a la observada luego de la recesión causada por la crisis financiera global del 2008–09. De esta manera, el consumo privado (que tuvo una contracción del 3,5% en 2020) será el principal motor de crecimiento del PIB este año.
El mercado laboral se va recuperando lentamente, aunque la precarización va aumentando en la postpandemia. Los mercados laborales de todos los países fueron duramente golpeados por la pandemia de COVID-19. En Paraguay, la suma de los grupos poblacionales que presentaron algún inconveniente de acceso al trabajo (como la desocupación, subocupación por insuficiencia de tiempo de trabajo e inactivos circunstanciales) alcanzó el 19,9% de la fuerza de trabajo en el segundo trimestre del 2020.
La destrucción de puestos de trabajo, que registró su pico en ese mismo periodo, se concentró fuertemente en el sector terciario y, geográficamente, en zonas urbanas. Asimismo, afectó de mayor manera a los empleados del sector informal y, en cuanto a género, a la población femenina. Con la incipiente te recuperación económica se observan mejoras paulatinas en las condiciones del mercado laboral. Sin embargo, algunos indicadores señalan una “baja calidad” de los nuevos empleos. Por ejemplo, si bien el total de personas ocupadas en el país se incrementó en el primer trimestre de 2021 (suba de 133.959 respecto a un año atrás), un elevado porcentaje corresponde a trabajadores por cuenta propia (129.474) y empleados en microempresas (179.404). Asimismo, en ese periodo se crearon 155.247 nuevos empleos no-agrícolas. Sin embargo, la gran mayoría de ellos fueron en el sector informal (100.666). Estos desarrollos requerirán respuestas de políticas adecuadas a fin de prevenir una mayor precarización del mercado de trabajo.
A pesar del “rebote” de la economía las condiciones de vida del habitante promedio no mejorarían significativamente este año. La pandemia de coronavirus tuvo enormes costos sociales. En América Latina la pobreza y la pobreza extrema alcanzaron en 2020 niveles no registrados en los últimos 12 y 20 años, respectivamente. Igualmente, se observó un empeoramiento de los índices de desigualdad en la región. Todo ello pese a las medidas de protección social de emergencia que los diferentes gobiernos adoptaron para contrarrestarla.
En Paraguay, la incidencia de la pobreza total se incrementó 3,4 puntos porcentuales en 2020, pasando del 23,5% en 2019 al 26,9%. Por su parte, la pobreza extrema se mantuvo en niveles similares, con una cifra del 4%, frente al 3,9% de 2019.
Al menos tres factores conspiran contra una mejora expresiva de estos indicadores sociales en el corto plazo. Primero, la recuperación económica en 2021 sigue a dos años consecutivos de recesión económica. Como resultado, el crecimiento promedio del PIB en el periodo 2019–21 alcanza apenas el 1% anual. Esto implica un retroceso del PIB per cápita respecto a 2018. Es decir, el “rebote” económico del 2021 será insuficiente para compensar totalmente el pobre desempeño económico de los dos últimos años.
Segundo, los nuevos puestos de trabajo que están siendo creados son “precarios” y relativamente peor remunerados. Por tanto, la condición de “empleado” en estas circunstancias no garantiza tener ingresos suficientes para cubrir la canasta básica de alimentos y servicios.
Tercero, los programas de transferencias sociales (que según el Gobierno ayudaron a evitar que los índices de pobreza suban más) serán recortados y no alcanzarán a sectores de la población que todavía experimentan dificultades para generar ingresos.