Silvia Morimoto
Representante del PNUD en Paraguay
En la comunidad de Yroysa, ubicada a 160 km de Asunción, la tierra no solo sustenta cultivos sino que también narra una historia de resiliencia. Dirigido por el Comité de Mujeres Santa Teresita, se desarrolló el proyecto Manejo de Recursos Naturales y Producción Sustentable, con apoyo del PNUD a través de su Programa de Pequeñas Donaciones (PPD). Esta iniciativa culminó a principios de diciembre, en coincidencia con el Día Mundial del Suelo y mediante una enriquecedora jornada de campo, destacando el importante rol de la mujer en la agricultura familiar como un pilar esencial en el desarrollo sostenible.
En este rincón de la ciudad de Independencia, en el departamento de Guairá, la tierra y sus agricultores y agricultoras, construyen una narrativa donde la esperanza se materializa con firmeza a partir de un suelo recuperado.
El proyecto abordó los desafíos de un suelo altamente degradado -una de las problemáticas de la comunidad- con una estrategia de equipamiento adecuado y asistencia técnica pertinente de agricultura de conservación, convirtiendo a esta experiencia en un catalizador para el desarrollo local. Los resultados se tradujeron en mejoras significativas en la producción agropecuaria de las fincas campesinas, con la implementación de prácticas conservacionistas. Las acciones trabajadas potenciaron la recuperación del suelo, que es la base productiva, y actuaron como salvaguarda para la seguridad alimentaria de las 54 familias involucradas, siendo 40 mujeres y 14 hombres parte activa de este cambio transformador.
La diversificación agrícola fue otro logro destacado, contribuyendo a la seguridad alimentaria, económica y social de las familias campesinas. La introducción de nuevas prácticas y cultivos desarrolló la resiliencia frente a crisis y brindó oportunidades para ingresos adicionales, fortaleciendo así la agricultura familiar como un motor clave para el desarrollo socio-económico sostenible e inclusivo.
El proyecto no se limitó a los confines de Yroysá, su impacto trascendió las fronteras locales al difundir activamente las prácticas de conservación. Este enfoque proactivo hacia la diseminación de conocimientos no solo benefició a la comunidad directamente involucrada, sino que también buscó crear un efecto multiplicador al compartir experiencias y aprendizajes con otras organizaciones campesinas. De esta manera, la iniciativa no solo se centró en los problemas inmediatos, sino que también sembró las semillas para un cambio más amplio y sostenible en el tejido agrícola de la región.
La agricultura familiar desempeña un papel vital al impulsar la seguridad alimentaria, fomentar la inclusión social y contribuir significativamente al desarrollo socio-económico de manera sostenible. Este sistema de producción agropecuaria, caracterizado por la gestión de la mano de obra familiar, garantiza la producción de alimentos en la propia finca, promueve la diversificación económica con la generación de varios rubros productivos, contribuye con la preservación de la biodiversidad y fomenta la resiliencia de las fincas familiares frente a las diversas crisis climáticas recurrentes.
La agricultura familiar emerge como un motor esencial para el progreso social y económico, fortaleciendo las comunidades rurales y desarrollando prácticas agrícolas sostenibles que impactan positivamente en el desarrollo a largo plazo, teniendo a la mujer como fuerza vital que impulsa el desarrollo socio-económico a través de su participación activa y multifacética, sembrando las raíces del progreso y potenciando una red de sostenibilidad que nutre comunidades y fortalece economías locales.