Víctor Pavón
* Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES).
La competitividad empresarial es la capacidad de generar la mayor satisfacción de los consumidores. Son éstos los que deciden qué, cuándo y cuántos bienes y servicios se producirán y se comercializarán. Y los gobiernos mediante su intervención en los mercados deben bajar el costo del intercambio privado, no afectando la competitividad.
Y si la competitividad es la capacidad de una empresa para crear e implementar estrategias para aumentar su cuota de productos y servicios, entonces, esa tarea únicamente lo pueden hacer los individuos en el marco del libre mercado.
Sin embargo, la economía está permanentemente expuesta a los “ruidos” ocasionados por los escenarios políticos nacionales como internacionales.
Paraguay, desde luego, en un contexto internacional cada vez más delicado no puede perder oportunidades. Debemos fortalecernos internamente atrayendo inversiones para crear empleos.
El progreso no proviene del Estado ni de las políticas públicas emanadas de los gobiernos. Los gobiernos deben hacerse a un lado y hacer lo que deben realizar, esto es, facilitar a las personas su seguridad personal como jurídica. Más allá de estas funciones es como pedirle pera al olmo, en esa insistente manía de exigir algo que no sucederá como se pretende.
De ahí que las empresas como unidades de relación entre el capital y el trabajo requieren para su formación y sostenibilidad un Estado que garantice el orden y la ley, entendido como la preservación de la libertad y la propiedad privada. No hoy otro modo.
Ahora bien, ello no significa dejar de lado la influencia del Estado puesto que, como sabemos, su intervención está presente y es esa presencia la que preocupa porque es molestosa, costosa, corrupta e ineficiente. Así, por poner un ejemplo, el Presupuesto de Gastos del Estado influye sobre la competitividad empresarial.
Si el Presupuesto de Gastos está desfinanciado o cuenta con una disparidad entre gastos corrientes e inversiones, entonces esto implica un costo que lo pagamos todos. Es como llamar en el mediano plazo al aumento de los impuestos y eso es inadmisible.
La realidad es que en las últimas décadas el presupuesto en diferentes países empezó a incrementarse al punto que aquella pretendida limitación a la acción de los políticos no ha sido fácil de lograr.
Esto está sucediendo hoy en varios países de la Unión Europea (UE) donde varios se encuentran en situación de quiebra técnica. Pero, no solo sucede en aquellas naciones de mayor desarrollo. Lo peor es que está ocurriendo en los países como el nuestro, con menor afluencia de capitales. Esto significa que la utilización del dinero privado por parte del sector público en los países como Paraguay adquiere mayor delicadeza y eficiencia en su buen uso.
La tendencia de gastar sin contrapartida real de ingresos se ha vuelto alarmante. El gasto y el malgasto afecta a la competitividad empresarial que permite a las sociedades contar con productos, servicios y precios que favorecen al consumidor.
Cuando se afecta la competitividad empresarial se afecta al desarrollo mismo de una nación. De ahí que resulta necesario reconocer al Estado intervencionista como un adversario para las personas de bien.
De igual importancia, el dinero utilizado en el presupuesto estatal no cae de los árboles, proviene de la conjunción armoniosa del trabajo y el capital privado, del esfuerzo de miles de personas que cooperan entre sí buscando cada quien su propio beneficio y en la que todos, de algún modo u otro, salen ganando.
*Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.