Alexandra Cortese
MSc. en Comunicación Corporativa y Manejo de Reputación
Una afirmación que suena fuerte y que puede intimidar; pero la realidad es que, lejos de ser una amenaza, que no nos necesiten en un lugar puede ser un logro y puede significar que hicimos nuestro trabajo muy bien; que conseguimos que las personas a nuestro alrededor crezcan y, por sobre todo, que podemos migrar a un lugar que si nos necesite. Se acabaron los tiempos del “imprescindible”; hoy, una persona que permanece estática, estanca; un líder que hace que su equipo dependa de su presencia, ahoga y pensar que somos irremplazables es hasta peligroso para la continuidad del negocio en el que estamos. Admitir esto es complejo y nos obliga a salir de nuestra zona de confort.
En tiempos donde la regla es el cambio, es importante encontrar un equilibrio que permita la innovación y la adaptabilidad, sin comprometer la estabilidad y la visión a largo plazo de las empresas. Rotar cada año de CEO sin dudas no es sano pero, un líder anclado en el mismo lugar por años, ¿lo es?
Según algunos estudios y análisis, en promedio, la permanencia de un CEO en una empresa de Fortune 500 ha disminuido en las últimas décadas, con una estadía promedio que oscila entre 4 y 6 años. ¿Por qué se da esto? La necesidad de innovación y de visiones frescas es un motivo; los constantes cambios del mercado y la necesidad de perspectivas que respondan a los mismos, es otro; y, teniendo en cuenta estas realidades, ¿por qué no considerar que nuestro paso por un lugar es un ciclo? ¿Por qué no planificar desde el inicio nuestra estadía y nuestra posterior salida, minimizando los impactos culturales que conlleva toda transición?
Resistencia al cambio. Seguimos siendo animales de costumbre y la resistencia al cambio es real. Admitamos o no, los hábitos, la percepción de pérdida y el temor al fracaso juegan un papel importante en el proceso de toma de decisión de si continuar en un lugar o explorar nuevos horizontes.
Falta de tiempo y perspectiva. Nos come el día a día; los desafíos a corto y mediano plazo acaparan nuestra atención y en un abrir y cerrar de ojos, “pasó el tiempo”. La clave para evitar que nos gane la vida es hacernos las preguntas importantes, pero no urgentes cada rato: ¿qué estoy haciendo para formar y empoderar a mi equipo?, ¿siguen siendo mis habilidades las mejores para enfrentar los desafíos actuales?
Confianza excesiva en nuestras capacidades. Si bien todos podemos aprender y mejorar, hay veces en que tenemos que soltar las riendas y dárselas a la mejor persona para la tarea. En ocasiones, el costo de oportunidad de no hacerlo es muy alto, tanto para nuestras organizaciones como para nosotros mismos.
Soy una convencida de que “bajo el sol, hay un tiempo y un lugar para todo”. El arte está en conocer a fondo y con humildad nuestras habilidades y limitaciones; admitir cuando hay ocasiones y lugares que podamos dejar en mejores manos y dirigirnos a otros donde nuestro impacto trascienda aún más.