Alexandra Cortese
MSc. en Comunicación Corporativa
Toda organización tiene una cultura y esta no es más que “la forma en que hacemos las cosas aquí”. Esta simple pero poderosa descripción puede resumir el funcionamiento y los resultados de un grupo de personas en un contexto; y como para transformar las realidades necesitamos primeramente entenderlas quise, en este articulo, hablar sobre dos variables que encontré que influyen profundamente en cualquier cultura organizacional y en los resultados que logran los equipos de trabajo: el control y el error.
Orientadas hacia el poder, las personas, las normas o los resultados, las culturas organizacionales moldean e influyen en el comportamiento de las personas que conforman un grupo de trabajo. En una misma organización puede existir una cultura, pero a su vez, varias subculturas hasta contradictorias y si bien es complejo determinar por qué sucede esto, hay un factor que es común: la crucial in fluencia que tiene el líder o jefe directo en crear una cultura o subcultura Pero, ¿qué tiene que hacer o dejar de hacer un jefe para que los equipos trabajen de forma más eficiente?
Si bien las respuestas dependen de una serie de factores como la naturaleza de la organización, sus objetivos y el perfil de colaboradores y tareas, un análisis de las culturas con las que me ha tocado trabajar me llevó a separar dos variables como las principales influencias en una cultura o subcultura; el control y el error.
En ese sentido, el grado de control que ejerza un jefe en la toma de decisiones y que tan incómodo (o no) resulte para los colaboradores cometer errores, pueden paralizar o dinamizar un grupo. Es así que en una misma empresa puede existir un departamento super productivo con un jefe que no sea “micromanager”; y un área super lenta con un equipo paralizado por la posible reacción que puede des encadenar un error en su jefe. A su vez, estos equipos pueden necesitar el uno del otro y, con “formas de hacer distintas”, comienzan las brechas culturales. Esta situación es más común de lo que pensamos y más aún en organizaciones grandes y con líderes diversos.
Entonces, ¿cómo gestionamos esta realidad? En primer lugar, las cabezas de la organización tienen que acordar los objetivos que se buscan lograr, los comportamientos que se quieren promover en los colaboradores y a partir de ahí, trazar un plan de acción que busque reducir las brechas entre áreas y acompañar a los jefes y gerentes. Parece obvio, pero en muchas organizaciones los objetivos no están alineados y no está acordado lo que se quiere. Si ese es el caso, moldear la cultura será mucho más difícil ya que los colaboradores van a sentir esa incoherencia.
Una vez que tenemos esto resuelto, tenemos que socializarlo con todas las personas quienes tengan gente a su cargo y luego hacer un trabajo con cada uno de ellos para calibrar los niveles de control y error que permiten. La palabra “control” tiene una connotación negativa, así como la palabra “error”, sin embargo, ambas pueden llevarnos al éxito o al fracaso conforme se utilicen.