Gabriela Teasdale
Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay
Al trabajar como coach profesional y facilitadora de grupos, me centro en las energías, pensamientos, emociones y comportamientos de las personas. Y voy trazando un esquema en donde ubico en un extremo del espectro al amor y en el otro al miedo. En la frecuencia del amor incluyo emociones como gratitud, reconocimiento, aprecio, cariño y pensamientos que se enfocan en la aceptación, el perdón, el aprecio y la compasión. En el extremo del miedo están la ira, los celos, la venganza y el odio.
Estos pensamientos pueden ser: “No soy lo suficientemente bueno”, “soy malo”, “ellos son los malos” o “están tratando de perjudicarme”. Tanto las emociones positivas como las negativas se correlacionan con los resultados, es decir, si tenemos pensamientos y creencias positivos, también lo serán los resultados, y lo mismo ocurre con las emociones negativas. Cada extremo del espectro tiene un efecto dominó de energía o, en otras palabras, consecuencias. Mi papel como coach es ver un poco más allá de las palabras, es decir, tener la capacidad de ver y sentir la energía, la frecuencia y el lenguaje corporal.
Una de mis clientas vino a una sesión con una energía frenética. Se notaba que estaba pasando por un período de mucho estrés y en diez minutos pasó de estar muy eufórica a tener un apagón. Cuando reflexionamos sobre lo que le estaba pasando, me dijo que su cerebro se apagó, que ya no podía pensar más, que estaba paralizada. En ese momento concluimos que lo mejor para ella sería salir a caminar al aire libre antes de poder avanzar en todo lo que le preocupaba.
Otro ejemplo de esto ocurrió durante una videollamada. Mi clienta me saludó sonriendo y me dijo que estaba “súper bien”, pero su energía me decía lo contrario. Le respondí: “¿De verdad estás bien?” y ese fue el detonante para que rompa en llanto. Después de conversar sobre lo que estaba pasando, acordamos que necesitaba un tiempo para procesar sus emociones antes de empezar a trabajar en ellas.
Para llevar nuestras emociones hacia un estado más positivo podemos preguntarnos ¿estoy pensando, sintiendo y actuando desde el amor o desde el miedo? ¿Por dónde quiero empezar? Dependiendo de cuán arraigados están nuestros miedos, esto puede llevar bastante esfuerzo y tiempo. Pero podemos llegar a un lugar donde sea posible elegir dónde y cómo queremos estar.
Para elevar nuestras emociones cuando nos sentimos enojados, tristes, deprimidos, podemos buscar algo que nos lleve a ese lugar de gratitud, aprecio y amor. Mirar una película, un vídeo de YouTube, llamar a un amigo, leer un libro o hacer alguna actividad al aire libre para que nos levante el ánimo. Entonces vamos a poder empezar a cambiar ese pensamiento negativo. Podemos preguntarnos: ¿Qué necesito hacer para sentirme mejor? ¿necesito dar aprecio, gratitud, apoyo, ayuda? Porque las dificultades van a estar ahí siempre, pero la actitud con las que encaramos esos obstáculos va a marcar la diferencia en nuestro bienestar.
Te invito a que en este tiempo de cambios en el que recibimos una estación del año que representa el renacer de la naturaleza, te detengas a pensar cómo están tus energías y hacia qué lado del espectro se inclinan. Y que puedas tomar la decisión de hacer aquello que mejor te sienta. Si nos situamos del lado del miedo vamos a sentirnos victimizados y estancados. Pero desde la oscuridad podemos crear, con disciplina, pensamientos que eleven nuestro nivel de energía para conducirnos hacia un lugar en el que el amor propio y el amor hacia los demás estén primero.