Por Gabriela Teasdale
Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay.
Hace poco me reuní con la mamá de un adolescente que buscaba ayuda. Me comentó que desde la pandemia el comportamiento de su hijo había cambiado de manera drástica.
Sufría ataques de ansiedad, se había aislado de casi todos sus compañeros y cada día inventaba una excusa nueva para no ir al colegio o a sus actividades extraescolares. La vi extremadamente preocupada porque no encontraba vías de comunicación con él y se sentía impotente y frustrada al percatarse de que su salud mental se deterioraba cada día más.
Lamentablemente, este es un escenario frecuente, no solo entre los adolescentes y jóvenes sino también en los adultos. Porque ellos son un espejo de lo que está pasando en nuestra sociedad. Un estudio reciente del Banco Mundial en América Latina y el Caribe ubicó a Paraguay en el cuarto lugar junto con Ecuador y Bolivia entre los países con resultados más preocupantes dentro del Índice de Vulnerabilidad de la Salud Mental. Nuestro país obtuvo un puntaje de 0,28 donde 0 representa la menor vulnerabilidad y 1 la mayor.
Se evaluaron problemas como dificultades para dormir, ansiedad, nerviosismo o preocupación, actitudes agresivas o irritabilidad, conflictos o discusiones fuera del hogar y sentimientos de soledad. Solo en América Latina, casi 16 millones de adolescentes de entre 10 y 19 años viven con algún trastorno mental, según constata otro informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Esto representa un 15% del total de la población de ese rango de edad. Actualmente, los jóvenes sienten mucho la presión social.
El mundo digital los empuja a compararse constantemente con los otros, en un universo que los adultos muchas veces no llegamos a comprender del todo. A veces es difícil comprender lo que un “like” o un número elevado de seguidores pueden significar para un chico. Que pueda ser catalogado de “looser” o “influencer” según este parámetro y que se vea arrastrado a hacer determinadas publicaciones para despertar interés o admiración.
Todo esto genera mucha inseguridad y un gran miedo a no ser aceptado y muchas veces va acompañado de la ausencia de los padres o un escaso seguimiento durante el crecimiento y desarrollo de los jóvenes. Existen condicionamientos para ser aceptados y valorados por otros que son superficiales. No hay posibilidad de medir el valor del ser humano desde un lugar tan vacío. Pero ¿quién nos orienta sobre el uso responsable de la tecnología? Hoy es muy fácil entrar en el juego de la burla, el rechazo, comparación constante y la verdad es que caer en esto es absurdo porque siempre existirá alguien mejor que nosotros.
Este estilo de vida solo nos lleva a perder la confianza en nosotros mismos, a estar disconformes con nuestro propio ser. Cuando ponemos la mirada en los otros empezamos a perder de vista nuestro valor personal, nuestro propósito, nuestra paz. Cuando caemos en lo superficial solo podemos experimentar soledad y angustia. Los ataques más poderosos no son físicos, son mentales. De ahí la importancia de conocernos bien y, sobre todo, elegir nuestro entorno. Una persona insegura de sí misma busca llamar la atención todo el tiempo y necesita alimentarse del comentario de otros. No entreguemos nuestro poder a nadie ni a nada. Para lograr eso, primero debemos enfocarnos en entender nuestros pensamientos.
Hay mucho ruido en nuestra cabeza y habitualmente, nos estresamos más de la cuenta anticipando lo peor, generamos pensamientos que alimentan la ansiedad. Cargamos tanto peso mental que vivimos alterados, siendo protagonistas de una película de terror que ni siquiera nos deja dormir. Me gustaría compartir algunas recomendaciones que podrían ayudar a construir nuevos y mejores hábitos para nosotros y las nuevas generaciones que están pasando un momento tan desafiante:
1. Evitemos consumir información negativa para no caer en el anzuelo de los pensamientos estresantes.
2. Anticipemos lo bueno, aprendamos a pensar cosas lindas.
3. Seamos personas agradecidas. La gratitud es un hábito que hace bien incluso en medio de las tormentas.
4. Para los que creemos en Dios, una opción muy válida es entregarle el total control de lo que nos sucede.
5. Trabajemos en lo que verdaderamente importa, partiendo desde nuestra verdad, nuestros valores y de aquello que queremos lograr en la vida. Ningún número puede definir quiénes somos. Solo nosotros podemos reconocer y definir nuestra grandeza.