Lea Giménez
Dra. en Economía y exministra de Hacienda
En un abrir y cerrar de ojos hemos llegado al final del 2021. La pandemia desnudó y profundizó muchos de los desafíos que enfrentábamos incluso pre-pandemia. Muchos países han aprovechado esta compleja coyuntura global y local para llevar adelante reformas estructurales necesarias. En Paraguay también se vislumbraron discusiones sobre reformas necesarias, pero hasta hoy estas no han recibido el impulso necesario para salir adelante. El 2022 será un año altamente político y tremendamente importante para Paraguay. Debemos dejar de perder el tiempo.
Además de aprobar reformas, debemos implementarlas bien. En este sentido, existe una premisa básica que debe considerarse y entenderse para enfrentar los retos para la mejora de la gestión de la política pública y del servicio público que recibimos los paraguayos: la creciente complejidad de estos retos que se alimenta de la falta de respuestas efectivas. Entre estos retos de creciente complejidad están, por ejemplo, la pobreza, la desigualdad, la criminalidad, el subempleo, la corrupción, la informalidad, la baja productividad, la exclusión, y el consecuente descontento social. Todos estos retos requieren de múltiples intervenciones de parte de agencias dispersas entre los diversos niveles del Estado.
Es clave abandonar los abordajes simplistas, unidimensionales, que no consideran la verdadera complejidad de estos desafíos y, por tanto, no pueden aportar de manera práctica o significativa a la solución de estos. Debemos adoptar mecanismos de coordinación y trabajo entre diversas agencias con el n superar los obstáculos que genera la operación insular y vertical de las agencias públicas y de facilitar el tratamiento integral de los problemas. Por otro lado, debemos internalizar y poner en práctica dos conceptos que han venido ocupando la agenda de reforma de los Estados para lograr una gestión pública más avanzada: la gestión centrada en los ciudadanos y el gobierno en redes.
Además, el Estado debe organizarse de manera a tener la capacidad de correr simultáneamente careras de distintas velocidades y características. Necesitamos impulsar políticas que aborden los desafíos de corto plazo (carreras de velocidad); por ejemplo, la pobreza, el hambre, la inseguridad, las enfermedades necesitan respuestas hoy. Por otro lado, la educación y la salud universal de calidad y la protección social, con todos sus pilares, requieren de acción inmediata, pero tomará tiempo para hacerse realidad y dar resultados significativos (carreras de resistencia). En el abordaje de los desafíos de largo plazo, tenemos que aceptar desde el inicio la necesidad de llegar a consensos fuertes. Las reformas que necesitamos requieren de esfuerzos sostenidos, continuos, con coherencia de largo plazo. Las reformas a medias, ya sea por abandono temprano, por falta de compromisos sólidos, por falta de visión integral de las problemáticas, o por falta de recursos carcomen nuestro desarrollo y la confianza del ciudadano en el Estado.
Necesitamos crear un plan de acción visionario que asuma un compromiso compartido con una causa común mucho más allá del futuro previsible. Que el 2022 llegue cargado de salud y sabiduría y nos regale la capacidad de trabajar en equipo para dar frente a los desafíos que enfrentamos como nación.