Jorge García Riart
Doctor en Educación Superior
Participé una vez de una conferencia a distancia con exministros de Educación de varios países de la Región y de Europa, organizado por la Universidad Di Tella de Argentina, para conocer directamente sus experiencias. Me quedé con esta expresión como síntesis: “Nunca hay tiempo suficiente para hacer todo lo que se puede o se quiere hacer”.
La coordinadora del Foro recordó que en América Latina el promedio de duración de un ministro de Educación es de 2,3 años, un dato muy parecido al de Paraguay cuyo país compite por bajarse de la media. Se lo hice saber a los expositores extranjeros con cierto grado de resignación.
El conformismo, en realidad, es una queja. En plena pandemia, Paraguay cambió de ministro de Educación. Cierto, también cambió el de Salud, lo cual no exime la gravedad. En orden regresivo, antes de Eduardo Petta San Martín -aunque rompió récord con 2 años y 7 meses en el MEC- estuvieron Raúl Aguilera y Enrique Riera Escudero, 7 meses y 1 año y 8 meses, respectivamente.
Desde el 2018, los presidentes del Paraguay cambiaron 3 ministros, es decir en los últimos tres años. ¿Promedio? ¡Uno por año! En estas condiciones, nuestro país es un fiel representante del campeonato mundial denominado “Nunca hay tiempo”. Me pregunto, entonces, ¿cómo hacer posible la continuidad de la política pública educativa?
Si de por sí ya es complicada nuestra situación educativa, suele sumarse a los periodos de gobierno acciones de presión tales como paro de docentes, huelga de hambre y movilizaciones estudiantiles, las cuales, en nuestra historia, ya se llevaron a casa a más de un ministro o ministra.
Envuelto como siempre en urgencias, la Cartera de Educación es incapaz de darle un seguimiento de calidad a la política educativa. Estructuralmente luego es imposible que sostenga innovaciones porque está diseñada para actuar como administradora de gastos y no como diseñadora de políticas.
Y lógicamente así pasa un año y pasa otro, y después los titulares de la Cartera se van. Entre las cosas que pasan y no se resuelve está la conformación del Consejo Nacional de Educación y Ciencias, que en medio de una reorganización orgánica del MEC puede ayudar a descomprimir la responsabilidad de guiar la política pública educativa nacional.
En aquella reunión de secretarios de Estado, otra cosa me quedó clara como extracto del testimonio de quienes tuvieron que asumir crisis. Pesé a que nunca hay tiempo para hacer lo que hay que hacer en educación, lo que no puede eludirse es la voluntad política cuyo primer referente es el Presidente o el Primer Ministro sea el país que fuere.
Una expresión clara de esa voluntad demanda, pese a cualquier presión, es la sostenibilidad de la política educativa que ciertamente no siempre debe expresarse solamente en una persona sino en un equipo de capaces, tampoco como una política de gobierno sino como una política de Estado.