Ha transcurrido más de un año desde el inicio de la que es conocida como la peor catástrofe sanitaria en la historia más reciente de la humanidad. Sin embargo, al parecer, aún no se vislumbra una manera de encausar soluciones sostenibles en los diferentes frentes sociales más sensibles.
Lo único claro para todos, es que los problemas derivados de la pandemia no están relacionados solo con los impactos en la salud o en la economía de los países, sino que también han causado efectos funestos en múltiples ámbitos del desarrollo humano, entre ellos, la educación.
Los efectos de la pandemia a nivel mundial, obligan a las escuelas y a los colegios a replantear la forma de realizar el proceso de enseñanza-aprendizaje. Innovar es la premisa principal.
La realidad, grita a voces, que la mayoría de los estudiantes paraguayos, tanto niños como jóvenes, no cuentan con los medios —ni tecnológicos ni financieros— para poder integrarse al nuevo formato educativo y que el gobierno nacional no ha conseguido, en gran medida, construir e implementar soluciones útiles para proteger el derecho humano a la educación y a una educación con resultados de aprendizaje.
El contexto social al que ha llevado la enfermedad, está incluso empeorando disparidades preexistentes en el acceso a la educación, reduciendo las oportunidades especialmente de los niños y los jóvenes que viven en comunidades pobres o rurales y también a las comunidades indígenas, asimismo de los estudiantes con discapacidades y de los niños y jóvenes, hijos de inmigrantes.
La Unicef, mientras tanto, ya habla de una “generación perdida” y refiere en varios informes que la pandemia causará un daño irreversible en la educación y en el futuro de los niños, los adolescentes y jóvenes de todo el mundo.
¿Y por Paraguay, cómo andamos? Mal. Hace falta de todo. Por ello es urgente, seguir salir de la reflexión y entrar en acción. Es importante una transformación educativa, pero hay asuntos que no pueden esperar un proceso lento como el de la mentada transformación educativa.
Nuestros niños de bajos recursos, pertenecientes a las comunidades más vulnerables necesitan ya mismo, consumir desayunos y meriendas nutritivos en las escuelas, cada mañana y cada tarde, antes de iniciar su agenda. Recordemos, que ante el confinamiento y la suspensión de clases presenciales, nuestros niños, han dejado de tener acceso a estos servicios. Gran número de las familias paraguayas, no tienen la capacidad de ofrecer a sus hijos una buena alimentación, por lo que muchos de ellos engrosarán la franja de la generación perdida, con características de desnutrición, enfermedades y también muerte, debido a ello.
Por mencionar, tan solo un reporte publicado por Unicef, muestra las terribles consecuencias experimentadas por la infancia a raíz de la pandemia: 2 millones de niños menores de 5 años perdieron la vida y hubieron 200 000 abortos espontáneos, todo originado por la interrupción de servicios de apoyo a la nutrición, servicios de salud o de cuidados maternales. Incluso, se proyecta la muerte de alrededor de 7 millones de niños más a causa de la desnutrición. Además, se estima que 140 millones de niños adicionales han caído en la pobreza desde el inicio de la emergencia sanitaria.
En cuanto a las consecuencias meramente educativas, un reporte de las Naciones Unidas revela que, desde el inicio del brote de coronavirus, 872 millones de estudiantes han estado fuera de las escuelas y que, de ese total, 463 millones de niños no han tenido ningún acceso al aprendizaje remoto. Del mismo modo, se prevé que al menos 24 millones de niños en todo el mundo abandonen la escuela definitivamente como consecuencia de la pandemia.
En seguimiento a las observaciones y recomendaciones de la Unicef, conviene dar a conocer, las estrategias que deben ponerse en marca por los países, que verdadereamente emprendan la responsable búsqueda de una solución, entre ellas: acciones urgentes para mitigar los peores efectos de la contingencia, encaminados específicamente a salvaguardar los derechos de la infancia. El plan hace un fuerte llamado a los gobiernos para que cierren la brecha digital en la educación; a que se garantice el acceso a la nutrición y a los servicios de salud, además de que las vacunas sean costeables; a que se proporcione atención para la salud mental de los niños y se termine la violencia de género; a que se asegure el acceso al agua limpia, la sanitización y la higiene; a que se reduzca la pobreza infantil, y a que se redoblen los esfuerzos para proteger y apoyar a los niños que viven en situaciones de conflictos armados, desastres y desplazamiento.
En conclusión, la educación del Paraguay no se pone en marcha con la vuelta a clases presenciales, el problema de fondo, no está siendo debidamente abordado, como tampoco las acciones urgentes en torno a medidas paliativas que ayuden a la generación de niños y jóvenes paraguayos a los que ha golpeado la pandemia.
La educación del Paraguay no se reduce a dictar contenidos. La educación del Paraguay necesita a corto plazo tomar medidas contundentes entorno a la nutrición, salud y aprendizaje para proteger a los niños y jóvenes de los devastadores efectos de la pandemia.
El gobierno nacional, y toda su estructura, debe ser consciente de la importancia central de la educación para el futuro del país., reforzando con apoyo de las gobernaciones y otros organismos estatales, los planes de educación de cada departamento, durante el tiempo que dure la pandemia, con la finalidad de ofrecerles un mejor futuro a todos los niños y jóvenes paraguayos.