Jorge García Riart
Director académico del Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica de Asunción
El Ministerio de Educación y Ciencias, en el marco de sus competencias, anunció el retorno parcial a las aulas en los niveles Básico y Medio, combinando la semana con espacios virtuales de aprendizaje. La resolución es incremental en la medida en que suban los índices de vacunación de los docentes contra el COVID 19.
Recordemos que la primera decisión –aplicada desde marzo de 2020– fue la suspensión 100% de clases presenciales en colegios oficiales, públicos y subvencionados de todo el país como medida de prevención ante la propagación del coronavirus. De la noche a la mañana, ciento de miles de estudiantes quedaron en sus casas.
Más tarde, los esfuerzos oficiales se centraron en discernir las mejores plataformas educativas así como elaborar contenidos adaptados a Internet. La determinación, si bien necesaria, no fue ajustada a la realidad de conectividad de las casas, o de las escuelas cabeceras. Miles de niños y jóvenes ni siquiera entraron a las clases virtuales.
En el primer semestre de 2021, la situación no cambió mucho. Con permisos menos rigurosos, las instituciones educativas abrieron gradualmente sus instalaciones para desarrollar clases en modo híbrido. “Los chicos no aprenden nada”, “están perdiendo contenido”, son algunas frases que contradijeron el exitismo del modelo.
Ahora, la vuelta a clases presenciales carga en las espaldas la fuerte tendencia a revertir los datos de aprendizajey la performance educativa, esto es repuntar el índice de accesibilidad y permanencia en la Educación Escolar Básica y reforzar la preparación de los futuros bachilleres para asumir los nuevos desafíos del siglo.
“La Tercera Fase” es un excelente ensayo de Raffaele Simone, publicado originalmente en 2000 en Italia. El profesor de Lingüística de la Universidad de Roma Tre reconoce que la escuela (la del de modo tradicional), y en general la educación, ocupa una posición central en la reproducción y distribución de conocimientos.
Sin embargo, a la escuela actual le cuesta afrontar dos mecanismos esenciales que están sucediendo –a decir del autor–. Uno es el veloz proceso de crecimiento del conocimiento y otro es el proceso de crecimiento de nuevas aplicaciones o medios para acceder a “santuarios” de conocimiento como enciclopedias o diccionarios.
Mucha gente se aferra a la vuelta a clases presenciales. Aunque cabe reconocer que la escuela –como sostiene Simone– tiene la característica de ser cognitiva y metodológicamente lentas. Ciertamente, la escuela es un refugio de conocimiento, pero también es cierto que circula mucho más conocimiento en el exterior de ella.
Es muy posible que en esta nueva asistencia a clases, encontremos muy pocos cambios. “Nada nuevo”, dirán los estudiantes. Entonces empezarán a extrañar la flexibilidad de sus conexiones virtuales. La Tercera Fase no es la fase de la escritura a mano, ni la de la imprenta, es una fase dominada por una multiplicidad de medios electrónicos y digitales que son pocos notables generalmente en la escuela.
La Tercera Fase no es perfecta, de hecho, hemos dado cuenta de las debilidades que arrastra este ensayo. Pero agarrarnos a un modelo del pasado solo porque es más fácil y conocido es sencillamente perdernos en el tiempo. Hoy, el conocimiento se transforma con extrema velocidad. Tenemos, por tanto, que preparar a nuestros niños y niñas y jóvenes para que no se pierdan.