Se deben promover cambios paradigmáticos y asesorar a cada país según su contexto, oportunidades y desafíos a fin de construir una visión de largo plazo que mejore la vida de todos los ciudadanos.
Para lograr una recuperación y un crecimiento sostenible, resiliente y de cero emisiones netas, América Latina y el Caribe deberá realizar transformaciones estructurales fundamentales en su estilo de crecimiento. Esto incluye acelerar la transición hacia la carbono neutralidad, reducir la deforestación y promover las soluciones basadas en la naturaleza, estimular el cambio hacia vehículos eléctricos, y fomentar la inversión en energías renovables.
También implica impulsar una fuerte agenda de adaptación como aliada de una transición justa, que busque aumentar la resiliencia de las comunidades, teniendo en cuenta que todas las acciones de mitigación y adaptación logran mayores beneficios en conjunto.
Es en este contexto que, “Una Región, Un Compromiso”, el evento virtual que se llevó a cabo el 28, 29 y 30 de junio y que reunió a 118 panelistas en 22 sesiones sobre diversos temas dejó algunas lecciones importantes.
1. Alcanzar una recuperación sostenible y una transición justa no solo es posible, sino que va de la mano del crecimiento económico Las inversiones necesarias para construir economías resilientes y de cero emisiones netas son coherentes con el crecimiento económico y la creación de empleos verdes. El cambio climático y la transición hacia un futuro carbono neutro están cambiando las ocupaciones y generando una demanda por habilidades que no hemos desarrollado completamente aún.
La buena noticia es que la creación de empleo neto es positiva para América Latina cuando hablamos de empleos verdes, principalmente en el sector agroalimentario, pero también en electromovilidad y energías renovables. Un estudio del BID y la OIT estima que la transición podría generar 15 millones de empleos netos en la próxima década, y el sector privado será un catalizador central de esta cifra. Sin embargo, el efecto neto no quiere decir que la transición sea justa, por eso las acciones que tomemos para reconvertir la fuerza laboral existente deben considerar la generación de posibilidades (como programas de capacitación) para el personal menos calificado que podría enfrentar desafíos de competitividad.
2. Debemos aprovechar las herramientas existentes para informar los flujos de financiamiento climático Las contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN, también conocidas como NDC, por sus siglas en inglés) deben ser consideradas como instrumentos de planificación para establecer una senda de desarrollo e hitos de inversión. Dichos documentos solo tendrán un impacto claro si se traducen en acciones concretas a través de su apropiación por sectores públicos y privados, y sobre todo la ciudadanía. Una recuperación sostenible solo será una opción si seguimos generando la información y los instrumentos necesarios para dar las pautas de lo que requiere dicha recuperación.
Adicionalmente, el financiamiento de la banca internacional y otros inversionistas debe ser consistente y congruente no solo con la sostenibilidad, sino con los objetivos de descarbonización y resiliencia climática del Acuerdo de París. Se deben promover cambios paradigmáticos y asesorar a cada país según su contexto, oportunidades y desafíos a fin de construir una visión de largo plazo que mejore la vida de todos los ciudadanos.
3. Una transición hacia matrices energéticas limpias y un transporte carbono cero requiere colaboración Los países de la región están desarrollando diferentes estrategias para promover energías renovables y resiliencia de la infraestructura existente. En este ámbito, los países deben poder promover mayor colaboración para poder invertir en energías limpias (como en el caso de Salto Grande, cooperación única de una hidroeléctrica entre Argentina y Uruguay), pero también para coordinar esfuerzos que permitan estrategias de incremento de energías renovables, disminuyendo las lagunas de las renovables y aumentando la eficiencia de la infraestructura existente.
Adicionalmente, la preocupación vinculada al crecimiento exponencial de las emisiones en el sector de transporte en la región también debe atenderse promoviendo la electromovilidad y asegurando la construcción de sistemas de transporte público que nos permitan repensar nuestra movilidad.
4. La naturaleza es un activo clave en la acción frente al cambio climático y en la reactivación económica sostenible América Latina y el Caribe posee el 40% de la biodiversidad del mundo, más del 30% del agua dulce disponible en la Tierra y casi el 50% de los bosques tropicales del planeta. Este capital natural genera beneficios significativos para el desarrollo y bienestar humano, incluido nuestro camino hacia la recuperación pos-COVID-19.
Las soluciones basadas en la naturaleza podrían representar el 40% de la reducción de emisiones de carbono necesaria para limitar el calentamiento global a menos de 2°C para 2030. También pueden proporcionar importantes servicios de resiliencia, protegiéndonos contra el aumento del nivel del mar y las tormentas de mayor intensidad resultantes del cambio climático. Adicionalmente, las inversiones en capital natural generalmente crean empleos de baja habilidad y rápida implementación: las inversiones basadas en la naturaleza crean casi 40 empleos por cada millón de dólares invertidos, más de 10 veces de lo que generan las inversiones en combustibles fósiles.
5. La planificación de la resiliencia y la transversalización de las soluciones de adaptación son necesarias para proteger a las comunidades El cambio climático es un multiplicador de amenazas que agrava las presiones sociales, económicas y ambientales, lo cual repercute en la inseguridad e inestabilidad de la región. Se prevé que la vulnerabilidad climática de la región aumentará en las próximas décadas. Al año 2050, se estima que podría haber 3,9 millones de desplazados internos en México y Centroamérica debido a impactos del cambio climático como la escasez de agua, la baja productividad de los cultivos y el aumento del nivel del mar.
Los planes de adaptación nacional han permitido desarrollar estrategias que identifican las amenazas particulares que enfrenta cada país y las acciones e instrumentos para reducirlas, permitiendo la socialización de los impactos del cambio climático en diferentes sectores, entre los cuales ha sido fundamental tener en cuenta la necesidad de construir ciudades más resilientes, agricultura climáticamente inteligente, infraestructura sostenible, así como la preparación para el incremento en las migraciones dado el aumento en las catástrofes y la destrucción de los modos de vida.
La transición para salir de la crisis del COVID-19 requiere más que ambición. Requiere financiamiento rápido e innovador, soluciones creativas, coordinación entre los diferentes actores y un claro enfoque en la sostenibilidad. Este enfoque incluye la integración de drones y satélites en la agroindustria, pero también la promoción de esquemas e instrumentos financieros que permitan atender tanto a pymes como a corporaciones para acceder a los recursos y a los impactos necesarios para una agenda climática sólida.