Gaby Rojas Teasdale
Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay.
@gabyteasdale, www.liderazgo.com.py
La Semana Santa que pasamos fue especial, con significados diferentes para todos. Para algunos fue un reencuentro personal, un viaje interno para observar la forma en que estaban viviendo. Para otros una nueva oportunidad, un renacer. Pero lo interesante, creo, es que podamos poner el acento en la esperanza, en la fe, en el perdón.
En la transformación que se da desde el corazón, desde el amor que viene de Dios y habita en nosotros. Definitivamente, fue un momento que nos invitó a vivir un cambio real.
Ahora, ¿qué crees que necesitas cambiar? ¿Y qué estás dispuesto a cambiar?
El cambio está siempre latente en nosotros, el ser humano lo experimenta constantemente, pero cuando lo hacemos desde una conciencia profunda se da de una manera sublime, significativa y multiplicadora, porque se expande hacia los demás. Impacta positivamente.
Entonces, ¿cómo nos involucramos en ese proceso de cambio?
En primer lugar, debemos darnos la oportunidad de hacerlo. Convertirnos en la persona que queremos ser tiene sus desafíos y es un proceso largo y sinuoso. No se da de la noche a la mañana y requiere sacrificios. Luego de darnos esa oportunidad, debemos decidir qué es lo que queremos cambiar para poder determinar dónde poner nuestros esfuerzos.
Las siguientes son cuatro ideas simples que pueden empujarnos y ayudarnos en ese proceso de transformación:
La primera es la aceptación: aceptar que tenemos que cambiar. Aceptar no es sencillo, es una píldora difícil de digerir.
La aceptación es un factor extraño en el proceso de cambio porque se siente como admitir una derrota. Pero a la vez, es increíblemente valiosa porque nos hace humildes, nos lleva a reconocer que no somos perfectos, que somos seres limitados y, sobre todo, desde la aceptación podemos reconocer que para marcar la diferencia primero tenemos que ser vulnerables y trabajar en ese cambio de adentro hacia afuera.
La segunda es la eliminación: eliminar los elementos o comportamientos negativos. Eliminar es nuestra acción terapéutica más liberadora. Pero cuesta, cuesta mucho. Y cuando no somos intencionales hasta lo hacemos con inseguridad, comocuando estamos limpiando un armario y no sabemos si deshacernos o no de ciertas cosas pensando en que las podríamos necesitar en el futuro. Pero al final, soltar lo que ya no nos funciona hace muy bien.
La tercera es la creación: cuando tenemos espacio para lo nuevo empezamos a definir todos los elementos positivos que queremos crear en nuestro futuro. Y crear tiene que ver con animarse a modificar hábitos, pensamientos y comportamientos. Es el “nuevo yo”. ¿Nos estamos creando a nosotros mismos, o estamos desperdiciando la oportunidad de convertirnos en mejores seres humanos?
Y finalmente, la cuarta es la preservación: reconocer aquellas cualidades positivas que tenemos y que queremos seguir fortaleciendo y conservando en el futuro y preservar aquellos nuevos elementos incorporados para que no sean efímeros y desaparezcan al poco tiempo.
En estos días quiero animarte a hacer ese examen de conciencia para descubrir todo lo lindo que existe en nosotros, lo que nos hace bien y lo que hace bien a los demás.
Cuando nos desafiamos sin rodeos a descubrir qué podemos cambiar y qué no, qué perder y qué conservar, a menudo nos sorprendemos de la simplicidad de nuestras propias respuestas y, por lo tanto, podemos dar pasos reales y significativos para convertirnos en la persona que realmente queremos ser.
Es esperanzador reconocer que todos los días tenemos una nueva oportunidad para transformarnos a nosotros mismos sabiendo conscientemente que si yo cambio mi mundo cambia.