Lo que para muchos es basura, para otros se constituye en materia prima para dar vida a otros productos con impacto socioambiental. Así nace este emprendimiento de triple impacto, dirigido por Ignacio Lussich.
A veces no hace falta ser un genio ni tener todo el capital del mundo para crear una gran empresa. A veces, lo importante es tener sensibilidad para que una idea se convierta en iniciativa y el engranaje de las buenas acciones comience a funcionar.
Ignacio Lussich, propietario de Jaguabolsas.
Es el caso de Ignacio Lussich, un uruguayo que vino hace años al Paraguay y que luego de establecer sus negocios, quiso dar “más” en retribución a lo que ganaba. Siendo amigo de los animales, se le ocurrió aprovechar las bolsas de alimentos que se desechan y dar vida a su nuevo proyecto: ayudar a las mujeres recluídas en el Buen Pastor.

Así nació Jagua Bolsa, uno de los mejores ejemplos de cómo se puede dar una mano a los que necesitan aprovechando elementos descartados y encima...¡ganar dinero!
En primer lugar, Ignacio notó que las bolsas de alimento de perros que la gente compra para sus mascotas eran arrojadas a la basura y no generaban más que basura sin provecho. Se preguntaba qué podía hacer con ese condimento gratuito que podría obtener si se proponía... y la respuesta llegó como una inspiración: sería la materia prima con la que ayudaría a las personas privadas de su libertad, esas olvidadas por la sociedad y que más que nadie necesitan de un estímulo para poder reinsertarse laboralmente.
Así que, como segundo paso, formó un recorrido por todas las veteninarias amigas, explicando sus planes, para que en adelante estas no desechen más los envases y se los guarden para que él pueda encaminar el plan.
Luego firmó un convenio con la Fundación Princesa Diana para que esta organización se encargue de trasladar las bolsas acopiadas hasta el Buen Pastor para que las mujeres que deseasen participar pudieran tener el elemento de trabajo.
Jaguabolsas. Se trata de un proyecto, más que un emprendimiento, que busca generar un impacto positivo tanto en el medioambiente como en la comunidad. “A través de la reutilización de las bolsas evitamos que vayan a parar a Cateura o en un cause hídrico, por esta razón tiene una visión ambiental. Y, a la vez, es social porque damos oportunidades laborales a personas privadas de su libertad”, señaló.
Tras semanas de paciente espera, Ignacio salió a recorrer las veterinarias y recogió las primeras bolsas. No eran muchas, pero era el principio.
Con alegría y mucho entusiasmo se encargó de lavarlas todas personalmente y luego de completada la tarea las dejó para que se sequen. Al día siguiente llevó su primera carga a la Fundación para que las mujeres pudieran comenzar a trabajar.
Ellas, en su afán de crear y con sus laboriosas manos, les dieron forma a las bolsas; les pusieron manijas, broches, cierres, las decoraron y así surgieron las primeras “jaguabolsas”, que en adelante recibiría de nuevo Ignacio para poder venderlas para que sean utilizadas en los supermercados o en todos los quehaceres porque son simpáticas, coloridas, prácticas, resistentes y vienen en diversos tamaños; también tienen la imagen de las mascotas que más aman las personas, pero además son una forma de contribuir con el medio ambiente y con lo social.
Y es que al ser un proyecto social, el 50% de lo que se recauda vendiendo las jaguabolsas va destinado al programa de reinserción laboral con el que trabaja la Fundación.
Pero lo mejor de todo, es que con la compra de estas Jaguabolsas estas apoyando a la Asociación sin fines lucro Treserre Paraguay, responsable de este proyecto, a financiar otros proyectos en favor del medioambiente y la comunidad.