Por Celina Lezcano
Ministra de la Mujer
El rol histórico del hombre, se basa en el sentido de dominio y posesión sobre la mujer. Ese rol genera un marco de violencia en el que una de las partes se considera superior y con derechos sobre la otra parte.
En la actualidad, vemos dolorosamente que este marco se ha normalizado y se refleja en los índices de violencia que se registran a diario. Esto no es más que la exteriorización de un rol histórico.
Teniendo en cuenta la ventaja que nos otorga el bono demográfico, es un potencial y una gran oportunidad para el desarrollo y avance como país. Debemos hacer transcender esta gran oportunidad.
Tenemos un potencial que exige de compromiso y consenso entre los actores o agentes sociales ya que el hecho de tener una población joven, constituye un elemento fundamental que garantiza la sostenibilidad del bienestar de la mujer, sus hijos y la familia entera. Para ello, debemos desarrollar herramientas que atiendan al desarrollo y formación de sus habilidades de modo a que esto pueda sumar de forma relevante a la economía del país; preparar a nuestro jóvenes para las demandas del futuro, en donde puedan aprovechar las oportunidades. establecer programas de capacitación, construcción de un entorno adecuado, motivarlos a la formalidad, ser competitivos e incentivarlos a formar su empresa donde podrán generar el efecto multiplicador, creación de empleo y bienestar para ellos. Todo esto exigirá al Gobierno a proyectar y fortalecer su gestión, ya que ello implicará, mejor educación, mejora en los sistemas de salud, seguridad salarial, seguridad social y económica, en los próximos años.
La mujer en la vida laboral debe tomar las medidas necesarias para compaginar la vida familiar y laboral, y que el compromiso y la responsabilidad sean repartidas equitativamente entre hombres y mujeres. Se debe aplicar a los trabajadores y a las trabajadoras con responsabilidades hacia los hijos a su cargo, cuando tales responsabilidades limiten sus posibilidades de prepararse para la actividad económica y de ingresar, participar y progresar en ella.
El bienestar mental o psicológico de la mujer que trabaja tiene efectos positivos, con las mujeres casadas, solteras o madres solteras, quienes activan positivamente y tengan un equipo de colaboradores, donde encuentren apoyo y desarrollo en lo personal, profesional, por supuesto hay situaciones negativas o desagradables, en donde la mujer, se expone al acoso sexual, la discriminación salarial, los ascensos buscados no logrados.
El bienestar de la mujer se relaciona siempre a todo lo personal, a nuestras necesidades, pero por supuesto están los factores sociales y políticos, por eso una vez más cabe resaltar que las desigualdades o la falta de oportunidad para la mujer crea pobreza, exclusión, inestabilidad, por lo que creo que debemos seguir trabajando desde el sector privado empresarial y el sector público, el gobierno, en fomentar la equidad en todos los ámbitos posibles, ayudando al crecimiento económico y social, construyendo un ambiente de estabilidad.
Así como la prosperidad es desarrollarse favorablemente y lograr todo aquello que quiero y necesito para mi vida, ya sea en el plano económico, y espiritual.
La agenda 2030 en sus ODS, busca construir sociedades más justas y con mayor equidad en la salud para todas y todos, y más hoy en día con todo lo que estamos viviendo, en especial con la pandemia del Covid, la situación emocional y económica, genera una obligación mayor para los gobiernos en la elaboración, desarrollo y ejecución de sus políticas públicas donde deben alcanzar primero a las personas que más necesitan, los más desfavorecidos, a cada mujer, niño o niña.
Una vez más hablando del bono demográfico, propicio en Paraguay, todos debemos estar comprometidos a no trabajar para sobrevivir, sino a trabajar apuntando al desarrollo de todo el potencial de las mujeres y jóvenes.
Así como cada 24 de febrero de 1967, hace 54 años recordamos a ese grupo de mujeres que decidieron ofrendar sus joyas a la Causa Nacional de la Guerra de la Triple Alianza, en apoyo a la Patria, y el 8 de marzo de 1857, hace 164 años unas 20.000 costureras, planchadoras, marcharon por las calles de New York para reclamar sus derechos y mejores condiciones de trabajo, donde la gravedad de lo acontecido hizo que se modificara la legislación laboral, quiero recordar que nosotras las mujeres tenemos el poder de transformar sociedades, trabajando, aumentando nuestros ingresos, lo que nos permite ser ciudadanas que prosperan, pudiendo crear empleos de calidad e inclusivos.
La prosperidad debe ser compartida, los gobiernos deben velar para que los ciudadanos reciban una buena educación y puedan desarrollar sus habilidades, desenvolverse y desempeñarse en los nuevos modelos económicos. Todo esto ayudará a salir de la pobreza y ayudará al país a tener una mejor estabilidad económica y social.
Debemos crear el camino que nos lleve de la pobreza a la prosperidad por medio de la transformación social. Es fundamental e importante impulsar la innovación, transferir los conocimientos e incrementar la productividad y la competitividad para mayor prosperidad y crecimiento.
Debemos innovar, con una libre competencia, la creatividad humana es capaz de resolver cualquier problema.
Las mujeres somos aproximadamente el 50% de la población económicamente activa, o fuerza laboral, lo cual implica que tenemos la fuerza de impulsar la prosperidad general.
Convencidos de que la máxima participación de la mujer en todos los ámbitos, en igualdad de condiciones con el hombre es indispensable para el desarrollo pleno y completo de una comunidad, de un país.
Teniendo presente el gran aporte de la mujer al bienestar de la familia y al desarrollo de la sociedad, hasta ahora no plenamente reconocido, la importancia social de la maternidad y la función tanto del padre como de la madre en la familia y en la educación de los hijos, y conscientes de que el papel de la mujer en la procreación no debe ser causa de discriminación, sino de que la educación de los niños, exige la responsabilidad compartida entre hombres y mujeres y la sociedad en su conjunto.
Debemos reconocer que para lograr la plena igualdad entre el hombre y la mujere es necesario modificar su rol tradicional, tanto en la sociedad como en la familia, rompiendo paradigmas históricos en la búsqueda del desarrollo y bienestar de todos.