Por Guido R. Brítez Balzarini
Socio Gerente de Sunergos.
En 1960, Douglas Mc Gregor de la MIT Sloan School of Management publica su libro “El lado humano de las organizaciones”, uno de los primeros libros de administración que analiza la necesidad de priorizar el aspecto humano en las organizaciones.
En su obra, Mc Gregor observó dos formas diferentes de pensar respecto al liderazgo, a las que denominó “teoría X” y “teoría Y”. Son dos teorías contrapuestas; en la primera, los gerentes actuaban con cierto aire autocrático ya que consideraban que los trabajadores sólo actuaban bajo amenazas, y en la segunda, los gerentes actuaban priorizando los aspectos humanos al pensar que la gente quiere y necesita trabajar.
Han pasado más de seis décadas, sin embargo, de manera sorprendente las observaciones y experiencia de otro analista actual del liderazgo, Rich Diviney, un comandante retirado de las fuerzas de operaciones especiales de la Armada de los Estados Unidos (Navy SEALS) publica en enero de 2021 su libro “Los Atributos” en el cual toca temas relacionados al liderazgo y sus conclusiones son muy similares a las de Mc Gregor, lo cual lleva a la pregunta: ¿En seis décadas los seres humanos no han aprendido a valorizar al ser humano que se desempeña en las organizaciones?
La respuesta parece ser “no”. Diviney describe que en su experiencia en Estados Unidos hay dos tipos de líderes: los “conductores” y los líderes: “Los conductores ven a su equipo u organización como un sistema mecánico que consideran a las personas como “repuestos” – sean botones o pedales para presionar o palancas que levantar. Como consideran que su visión de las cosas es lo más importante y el único valido, ejercen control con mano dura y manipulación, a veces con premios, pero mayormente con castigos. Si uno de esos “repuestos” no funciona, lo cambia rápidamente, sin pensar dos veces. No existe empatía porque los repuestos son descartables; nadie lamenta los pedales de frenos desgastados de su auto”.
“Los conductores pueden conseguir resultados por un tiempo limitado, mientras tengan repuestos para cambiar. Pero como todo sistema mecánico sobreutilizado o pobremente mantenido, los engranajes eventualmente comienzan a deteriorarse. Empleados despersonalizados se convierten en colaboradores desmoralizados. Nadie sigue a un “conductor”, ya que más bien se sienten “empujados”.
“Los líderes son diferentes”.
“Todos los tipos de líderes – sean padres, parientes, presidentes, pastores, atletas y gerentes – tienen algo en común: inspiran. La gente sigue a sus líderes de manera voluntaria y ferviente porque sus líderes le motivan e influyen en ellos. Los líderes enseñan y alientan, pero no dictan o manipulan. Las personas dan lo mejor de sí, no porque recibieron una orden, sino porque quieren hacerlo”.
“Los líderes pueden inspirar porque tienen altos niveles de los atributos de liderazgo, tales como empatía, desprendimiento, autenticidad, determinación y capacidad para rendir cuentas”.
Las observaciones de Rich Diviney son muy similares a la de McGregor y confirman que, a esta altura del siglo 21 siguen existiendo líderes insensibles y autoritarios, aun en Estados Unidos, un país caracterizado por tradición democrática. ¿Que se podría esperar de países latinoamericanos como el Paraguay que no tiene tradición democrática? Uno pensaría que, así como cambia la tecnología o avanza la ciencia, el ser humano debería ir también cambiando hacia un estilo más abierto, más participativo, más democrático, pero la experiencia de Diviney revela que no es así.
¿Qué explicación entonces se le puede encontrar a esta ausencia de cambio hacia estilos de liderazgos más humanos a través del tiempo?
Quizás siempre habrá en el mundo líderes autoritarios y líderes participativos, y cada uno de nosotros tiene que saber elegir como actuar según sus valores y la lectura que hace de las situaciones y acontecimientos que le toca vivir. Es decir, cada generación debe aprender a dilucidar como actuar, y se podría concluir que Mc Gregor le habló a su generación y Rich Diviney le está hablando a la generación actual. En resumen, estimo entonces que cada generación debe aprender a valorar al ser humano para desplegar un estilo de liderazgo más humano, más participativo, algo que no ha ocurrido – y quizás no ocurrirá – por el simple paso del tiempo.