Alfredo Pajés
Country Human Resources Officer del Citi
Mucho se ha hablado durante el último año del futuro del trabajo. Expertos que vaticinan que los espacios laborales ya no serán los mismos, que los formatos de trabajo tendrán un cambio significativo, que la tecnología será la protagonista esencial en toda esta historia, así como la virtualidad laboral, entre otras cosas.
Es innegable que la pandemia ha modificado drásticamente el concepto del trabajo y como consecuencia todos, organizaciones y trabajadores, precisamos redefinir nuestra nueva normalidad para adaptarnos a esta nueva realidad. Por lo que el futuro del que muchos hablan realmente ya está ocurriendo ahora.
El concepto de trabajo, de productividad y de empleabilidad cambiaron a raíz de este proceso dinámico y disruptivo que todo el mundo está viviendo. Las organizaciones y los líderes deberán ser más reflexivos y proactivos en generar nuevas experiencias para los empleados, especialmente en la manera en que se conectan con ellos.
Desde el primer momento se tuvieron que adaptar procesos, productos y servicios en un formato virtual, así como la presencialidad del trabajador, que de estar en la oficina pasó a trabajar remotamente desde su hogar. Es decir, el trabajo se mudó a la casa. De esta forma se comenzó a definir el concepto de productividad a distancia. El trabajo remoto seguirá siendo parte de nuestro día a día con muchas organizaciones que continuarán adoptando esta modalidad de gestión.
Un estudio realizado por un prestigioso medio periodístico norteamericano reveló que en USA el 86% de los trabajadores están satisfechos trabajando de manera remota con solo 1 de cada 5 esperando volver a la oficina. Se ha comprobado que el trabajo remoto puede ser igualmente o más efectivo que estando en la oficina. El 40% de los encuestados dijeron haber tomado más descansos o caminatas durante esta modalidad de trabajo.
Liderazgo más humano. Pero, así como se está transformando el formato del trabajo también debería transformarse el pensamiento colectivo ante el trabajo. La manera en cómo los líderes afrontamos y actuamos en este contexto. Se espera que encontremos mecanismos nuevos y mejores para conectarnos con la gente y así incrementar la experiencia de nuestros equipos. Pasar de ser una oruga que vigila y controla a una mariposa que asesora y empodera. En definitiva, la experiencia del empleado se enfocará en encontrar organizaciones donde el enfoque humano sea el centro del trabajo con líderes que sin dejar de enfocarse en los objetivos comerciales respalden el bienestar de la gente.
Redefinir la cultura. En este sentido es fundamental continuar fortaleciendo la cultura de las organizaciones y sostenerlas en formatos virtuales o híbridos. Una cultura sólida es la que mantendrá a los empleados conectados hacia un objetivo común más allá de que la adaptemos a un formato virtual. Y ésta podrá reforzarse teniendo claro el propósito, contando con buenos líderes, fomentando una cultura de reconocimiento, implementando programas de bienestar, sin descuidar el desarrollo y crecimiento de los equipos. Una filosofía que vea a los trabajadores como personas con derechos, necesidades y aspiraciones.
Inclusión y diversidad. En este escenario se espera también que los trabajadores encuentren organizaciones más flexibles, menos burocráticas. Los empleados esperarán que sus oragnizaciones se pronuncien más sobre la inclusión y diversidad a través de un firme compromiso hacia una gestión más inclusiva en un amplio sentido de la palabra. Es decir, mirar a la inclusión y diversidad más allá del género, raza u orientacion sexual y considerar otros aspectos como la diversidad de ideas, procedencias, culturas, formación, etc.
Transformación digital genuina. Otro asunto importante del que todos venimos hablando es la digitalización. Será necesario una transformación digital real pero con un componente humano. No solo automatizar procesos o servicios, o asegurar la conectividad o la seguridad en la información. Además de eso, usar la tecnología como un medio para estar más cerca de las personas sin asumir que la tecnología reemplazaría a las interacciones humanas.
Desarrollo y balance. Las organizaciones precisarán incrementar entonces su inversión en el desarrollo de las personas. No solo orientarse en apuntalar sus habilidades técnicas sino también cuidar su bienestar. Implementar un proceso de aprendizaje dinámico y constante, abierto para todos, con la oportunidad de aprender y desarrollar más y mejores habilidades a través del uso de plataformas digitales que generen nuevas experiencias para el empleado, programas de salud y bienestar que genuinamente se orienten a mejorar el balance de vida y trabajo.
Relaciones laborales más equilibradas. Tanto las organizaciones y los trabajadores debemos descansar sobre relaciones laborales que sean justas y equilibradas. Respetándonos cada uno en nuestros derechos y también obligaciones. Cuando estas reglas están más que claras los vínculos son más sólidos y productivos. Aquí los puentes de comunicación son cruciales: honestidad y transparencia. Y en un mundo cada vez más digital ambas partes debemos estar comprometidos en respetar los límites de tiempo establecidos para el trabajo y aquellos para la vida personal, es decir, propiciar estrategias de balance para todos.
Entonces, los líderes tenemos una gran responsabilidad en ser los agentes que faciliten estos procesos para el beneficio de nuestros equipos y el de nuestras organizaciones. Se espera mucho de nosotros, pero nada que no podamos lograr. Una buena actitud y adaptación al cambio puede ser la combinación ideal para comenzar a transitar este periodo que pone a prueba no solo nuestra capacidad de afrontar nuevos desafíos sino de pensar disruptiva y creativamente.
En definitiva, es una excelente oportunidad que tenemos en estos tiempos de redefinir el verdadero significado del laburo y de redefinir nuestra actitud ante la nueva realidad que nos toca vivir.