Jorge García Riart
Doctor en Educación Superior
El Paraguay, una vez más, lidera el ranking de percepción de los países más corruptos. La organización Transparencia Internacional, recientemente, dio a conocer su índice de sensación de la corrupción en el que nos ubicó en el segundo lugar en América Latina.
De un total de 100 puntos posibles, el examinado país consiguió tan solo 28 puntos, que traducidos a una escala de calificación 1 al 5 –como se evalúa en la escuela– sería nota 1, insuficiente o aplazado.
¿En qué se aplazó Paraguay? Básicamente en integridad, es la respuesta. Hay otros antónimos interesantes a corrupción que si las convirtiéramos en materias de una escuela de formación política o cívica, Paraguay las reprobaría: ética, honestidad, verdad, virtud…
Dicho de otro modo, el país obtuvo en el estándar del nivel de corrupción percibida por sus mismos habitantes, dado a conocer hace semanas, un diploma de “alumno distinguido”; le faltó puntos para llegar a “alumno sobresaliente”. Encima, recusó a los evaluadores.
La metodología de Transparencia se basa ciertamente en indicadores de imagen, que no necesariamente pueden corresponderse con la realidad. Mide la percepción d elos habitantes con respecto a los niveles de corrupción. Sin embargo, cabe decir, que la realidad en el país siempre supera a la ficción.
-”Cite algunos ejemplos, Jaimito”-, dijo la maestra. Un puente inaugurado hace menos de un mes atrás sucumbió por la fuerza de un arroyo desbordado. Un empresario devenido en dirigente de fútbol amañó resultados con su chequera personal.
La corrupción es pública y privada. Hay más modelos para satisfacer a la supervisora. Una empresa facturó 2 millones de dólares en una pasarela que se usará 7 días. Un alto magistrado judicial dijo que no sabía que hizo mal al votar a favor de su primo para que integre una terna.
La corrupción es una amenaza para el desarrollo sostenible, para la democracia, para el ambiente social, el ambiente natural, para los buenos negocios. La corrupción mata personas, mata animales, mata los bosques, los ríos y los arroyos. La corrupción es la pandemia mundial.
Un joven periodista de Tanzania, Jamilah Khaji, escribió para un periódico de su país, sacudido también por los altos registros de corrupción en los últimos años, quizás una de las recetas más impactantes que debamos implementar: “Enseñar una asignatura sobre la corrupción en las escuelas erradicará la corrupción”.
Ahora que estamos en un proceso de visibilización más avanzado del impacto de la corrupción pública y de la corrupción privada y, además, en un proceso de transformación educativa, debemos pensar seriamente en incluir una materia obligatoria en el currículo de todos los niveles educativos que tenga relación con la Transparencia, la Integridad y la Anticorrupción.