Gaby Rojas Teasdale
Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay.
@gabyteasdale
Hay una poema de Antonio Machado, eternizado en una hermosa canción de Joan Manuel Serrat, que es un verdadero canto a la vida y, en nuestras circunstancias actuales, vale la pena recordar: “Caminante, son tus huellas/ el camino y nada más/Caminante, no hay camino/se hace camino al andar/ Al andar se hace el camino/y al volver la vista atrás/se ve la senda que nunca/se ha de volver a pisar/Caminante no hay camino/sino estelas en la mar”. Tuvimos un 2020 diferente, duro, doloroso, pero ahora nuevamente tenemos la posibilidad de volver a empezar y hacer ese camino que dice Machado, con la esperanza de un mejor tiempo para la humanidad.
Muchas personas nos dejaron, muchas se fueron solas después de luchar hasta el final. Hay familias que quedaron incompletas, con una imagen similar a la de un rompecabezas sin todas las piezas, en el que nada se ve igual. Nos faltaron despedidas, palabras y abrazos que dejamos de dar porque esta vez el tiempo nos ganó. Miradas y corazones tristes, pensamientos desordenados, confusos, ilógicos, porque cuesta entender, cuesta aceptar, cuesta encontrar claridad cuando todo duele.
Pero mientras más sufrimos, más fuertes nos volvemos. La vida no es fácil, constantemente nos está desafiando. Y somos aprendices que crecemos y maduramos con cada experiencia.
Conforme las cosas van sucediendo, tenemos que decidir cuál será nuestra actitud y el tamaño de nuestra fe.
El 2020 fue un tiempo de descubrimiento para todos. Tuvimos que vernos, conocernos, aceptarnos, lidiar con nuestros pensamientos, emociones, pérdidas, dificultades. Pero lo más importante: tuvimos que aprender a ver al otro. Es algo que me recuerda al “sawubona”, que es el saludo de la tribu zulú, cuyo significado literal es: “te veo, eres importante para mí y te valoro”.
En respuesta a este saludo, las personas suelen responder “shikoba”, que significa: “entonces yo existo para tí”. Es un saludo hermoso que nos hace reflexionar sobre ese amor sincero que nos debemos unos a otros, un amor que deja a un lado el egoísmo mezquino, esas ganas de preocuparme solo por mí y no levantar la mirada para asegurarme de que el otro también está bien. Si algo nos enseñó el 2020 fue la responsabilidad de cuidar al otro, porque el mundo entero estaba viviendo lo mismo. Y qué hermoso es verse a través del otro. Sentir compasión, extender la mano y saber que estamos caminando juntos porque nos valoramos y porque nuestra existencia tiene un propósito.
Edith Eger, una de las sobrevivientes del Holocausto, cuenta que su madre le dijo una frase poco antes de llegar al campo de concentración: “No sabemos adónde vamos, no sabemos qué va a pasar, pero nadie puede quitarte lo que pones en tu mente”. De la misma manera nos encontramos hoy: no sabemos exactamente lo que nos trae este nuevo año, no tenemos idea de lo que puede pasar, pero lo que sí podemos hacer es poner en nuestra mente pensamientos, ideas, creencias fuertes y positivas que nos empujen a seguir luchando y confiando que todo va a estar bien. Que en nuestro corazón abunde el amor y la esperanza sin límites. Y mientras todo esto sucede dentro de nosotros mismos, encendamos una vela por los que ya no están, iluminemos el camino de tantas familias y de un mundo que vivió una gran oscuridad.
Que la luz del amor y la esperanza viva siempre en nosotros. ¡Bienvenido 2021