Inspirado en una conversación de esta semana, con colegas financieros y desarrolladores de tecnologías de información, me encontré con un fenómeno que no creía que ocurriera tan frecuentemente, pero me han confirmado que es prácticamente una constante:
“Miénteme que me gusta”. Me puse a investigar y me encontré con citas de dos grandes pensadores que han escrito al respecto. Como siempre, el problema es el orgullo y no reconocer los errores: Friedrich Nietzche: “La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo”. Mark Twain: “Es más fácil engañar a alguien que convencerle que ha sido engañado”.
Colegas míos me indicaban que estaban con un dilema ético porque les pedían informar de tal forma que algunos datos se muestren más positivos que la realidad, lo increíble es que no era para mostrar al directorio o los accionistas o para esconder cosas a otro, sino ¡para ellos mismos!”. Se trata de un fenómeno muy fuerte en Paraguay de “no reconocer los errores”.
Como los lectores que me siguen sabrán, me permito insistir que mucho de esto tiene sus raíces en una “herida humana” que busca permanente la aceptación de los demás, y muchas veces, de uno mismo que es lo que conocemos como la “autoaceptación”. Este mismo fenómeno ocurre con las finanzas familiares, empresariales y nacionales (en particular: la espiral de endeudamiento que se estira, y se prolonga hasta que llega el punto final donde la casa, el auto, los bienes públicos se pueden llegan a perder por esta negación permanente de la realidad, pudiendo haberse tomado antes las medidas paliativas.
Una empresa internacional para la que tuve la oportunidad de trabajar, tenía en su Código de Ética, lo referente a “Avisar temprano” y “Evitar sorpresas”. En otras palabras, siempre la verdad, al momento que se sepa y transparentemente por más difícil que sea la noticia, no había pena por decir la verdad, sí por ocultarla. Por ende, si era una “regla”, quiere decir que habían tenido experiencias de que esta conducta humana era algo frecuente, entonces debió ser “normada” y penalizada por sus nefastas consecuencias anteriores.
Volviendo a la raíz de todo, ya sabemos que el ser humano busca en forma inconsciente y permanentemente el “ser aceptado”, y detrás de ser “aceptado” en el ámbito laboral, familiar, político, tiene directamente relación con ser “excluido” del trabajo, del puesto, de una relación, por haber mentido y por no haber llenado las expectativas; inclusive con uno mismo, de ahí viene la frase famosa “mentime que me gusta”, gracias a la cual existen los clásicos “aduladores” que solo dicen las cosas buenas a sus “superiores” y con ello se garantizan la “permanencia”, mientras que los grandes líderes (familiares, empresariales y políticos), buscan siempre rodearse de gente que le diga la verdad.
Una persona que cometió un error, lo sabe, y en el fondo quiere ser perdonado. La primera persona que debe perdonarla es “ella misma, a sí misma” y luego “su entorno” (familiar, empresarial o político); de ahí la gran dificultad y de ahí nacen los grandes problemas financieros que se van agrandando mes a mes, año a año hasta que explota. Vean el caso de Argentina y muchas empresas o familias que quizás los lectores conocen; siempre se busca esconder el error con nueva deuda, o engañando a otra persona o entidad para que apoye, hasta que finalmente las cosas caen por su propio peso. Si se gana 100 y se gasta 130, tarde o temprano terminará rompiéndose la correa.
Como he concluido en algunos notas anteriores, muchas veces, la fácil capacidad de endeudarse y refinanciar en forma indeterminada, y con entidades financieras que las facilitan tanto, es lo que lleva a la ruina a muchas familias, a muchas empresas, y también a muchos gobiernos; sobre este punto en Paraguay lamentablemente hemos empezado una senda muy peligrosa del endeudamiento con tendencia a límites inaceptables.
Siempre digo que es una cuestión de vida o muerte, o mejor dicho, es una “cuestión de vida o deuda”. La solución pasa por liderazgos familiares, empresariales y nacionales centrados en fuertes principios positivos, muchas veces apoyados únicamente en sabiduría y fortaleza que vienen de lo alto. Es fundamental.